La diáspora que no quiere regresar
Casi 3.5 millones de salvadoreños viven en territorio norteamericano desde hace más de 20 años. Miles abandonaron la tierra que les vio nacer por buscar un país más seguro y libre de balas durante el conflicto armado. Sin embargo, se fueron a uno de los países que financiaba dicha guerra civil.
(ENN) Son 28 años desde que culminó la batalla entre la Fuerza Armada de El Salvador y la guerrilla a través de un pacto de impunidad firmado en 1992. El llamado Acuerdo de Paz solo sembró la semilla de centenares de familias que conocen de su país por noticieros extranjeros y con la esperanza de un día volver a vivir, visitar sus playas y reunirse con sus familias. Pero, ¿por qué no vuelven si el motivo que los vio salir ya culminó?
El costo mínimo por hora de trabajo en Estados Unidos es de $9.00 dólares dependiendo de los estados en donde resida. Su calidad de vida se reduce en buscar apartamentos con un costo por encima de los $700.00 Transporte y comida, se sigue elevando constantemente. Ellos mismos reconocen que los impuestos son el pan de vida de cada persona que se levanta cada mañana y a fin de mes le serán descontados.
El trabajo explotado para la comunidad latina, la mano de obra barata y los acechos migratorios constantes se convierten en una película de ciencia ficción que tienen que pasar cada uno de los que se fue ilegal y siguen ilegales.
¿Por qué no regresan?
Alegatos de que El Salvador sigue siendo el mismo, pero sin guerra, es la razón principal. Considerar que el país está estipulado como uno de los más violentos a nivel de Latinoamérica, son datos fríos de encuestas compradas para beneficiar a ciertos grupos económicos que viven precisamente de ello.
La atmósfera pandilleril, formada en Estados Unidos, es el bagazo que el mismo país del norte recicla para la región centroamericana; y por supuesto, las noticias que día a día llenan de héroes a los que proponen más construcciones de armas, chalecos antibalas, luchas económicas y barreras interminables por separar familias. Es ahí donde se aplaude a los salvadoreños que viven lejos de su tierra.
¿Qué pasa con aquellos que viven en Holanda, Italia, Francia y otros países de continentes que en su vida pensaron visitar? La vida les regaló la oportunidad de ser productos de exportación. De conocer y enamorarse de personas que les hicieron “cruzar el charco”, como popularmente se dice. No es que no extrañen su tierra, es que ya no necesitan de ella. Otros terrenos les da el fruto con el cual se alimentan. Son otros gobiernos que permiten que ellos sigan extrañando su origen, pero sin vuelta atrás para regresar.
El humano tiene la capacidad de adecuarse a los lugares. No son las faltas de oportunidades, los malos empleos, la vida en condición de pobreza, los pocos recursos del país, el sistema pandilleril…son simplemente los gobiernos. Son los gobiernos que no permiten crecer al país y evitan a toda costa que esa diáspora regrese.
En otros países también se roba, se asesina, crean guerras injustificadas, explotación infantil y muchos problemas más, pero los mismos gobiernos buscan alternativas que permiten que sus compatriotas solo salgan de sus tierras por motivos de amor.
Nadie es profeta en su tierra, y tenemos muchos profetas que hicieron algo de su vida afuera por no tener las agallas de enfrentar su realidad adentro. Otros salieron por motivos de amenazas, y otros simplemente porque les contaron un cuento de hadas que hoy los tiene arreglando las cosas de otros conocidos o familia para emprender una caravana en busca de esos sueños… de ese “sueño americano” mundial.
Votar es un derecho para ellos, pero no puede ser un deber. Hay derechos transitorios que deben de perderse con el paso del tiempo. ¿Quién opina de algo sin conocer? Todos. ¿Quién argumenta de algo sin conocer? Nadie. Solo opinar por lo que otro dice sin argumentar su respuesta, se convierten en palabras vacías, sin un argumento propio por no residir en el lugar.
Aristóteles decía que el fundamento del Estado es la familia, y deberían de preguntarse, ¿quién es su familia ahora y a dónde reside? La diáspora no quiere regresar. La diáspora sabe que no puede volverse a acostumbrar a vivir en un cantón, entre vacas, tomando leche y con calles de tierra.
La diáspora sabe que no es un salario lo que los detiene, sino un estilo de vida acostumbrado a lujos y lugares que no esperaron visitar. Abrieron su mente, como la Alegoría de Platón, y expandieron su mundo…a un mundo del que no quieren saber más, y tampoco son coherentes al opinar.