Los salvadoreños entre la desesperanza, el desempleo y la corrupción
Nuestro país ha pasado por diferentes etapas, las cuales nunca nos imaginamos que se complicarían; como por ejemplo la aparición del fenómeno de las pandillas.
Por: Wilfredo Díaz, Fotoperiodista El Norteño News
(ENN) La historia de El Salvador ha pasado por diferentes etapas, dejando cada una de ellas heridas, desempleo, sufrimiento, terremotos, inundaciones, guerra, secuestros y su estado actual en lo económico, político, educativo, deportivo y social en decadencia y lleno de corrupción a todo nivel.
No avanza en nada, cada día se vuelve vulnerable, prepotente, radical y anarquista en todos los aspectos. Un país donde ha habido más tristezas que alegrías, desde la conquista española pasando por nuestra independencia de ellos hasta la fecha actual del 2020.
Nuestro país ha pasado por diferentes etapas, las cuales nunca nos imaginamos que se complicarían; como por ejemplo la aparición del fenómeno de las pandillas, asesinatos en serie con saltos más trágicos que durante la guerra, secuestros de jóvenes, sacerdotes violadores, políticos involucrados en corrupción, etc.
Asimismo, colonias asediadas por la delincuencia y la falta de oportunidades de empleo para miles de profesionales que las universidades de este país gradúan cada año. Un país bonito en cultura, ríos, mares, montañas, lagos, volcanes y mucha gente trabajadora.
Una población con más de siete millones de habitantes, donde cada día se levantan con la esperanza y fe de sacar adelante a sus familias y el país.
Trabajo informal una necesidad latente
Seis de la mañana, un nuevo día lleno de fe y esperanza para muchos salvadoreños, llego al centro histórico para ver cómo se ganan la vida en las principales calles y aceras. Inicio mi recorrido desde el Parque Libertad, Catedral, Plaza Barrios, Morazán, hasta llegar al Hospital Rosales, como un trotamundos de la vida y mi profesión.
Veo correr de un lado a otro a mis compatriotas, como “el correcaminos” huyendo del coyote, todo por abordar el bus o el microbús que los llevará a su destino de casa o trabajo.
Otros comienzan desde muy temprano a arreglar sus ventas, sobre las principales calles y aceras de la zona metropolitana de San Salvador, irrespetando el artículo cinco de la Ordenanza Reguladora del Comercio del Espacio Público, que les prohíbe permanecer y vender en vías públicas, por que obstruyen el paso peatonal y vehicular.
En fin cada salvadoreño, hace lo que le viene en gana, no le importa si causa daño al mismo compatriota, todo por vender su producto y sacar adelante a su familia. No lo veo nada mal, que se rebusquen, pero si tuvieran más respeto al cumplimiento de las leyes del país, saldríamos todos adelante. Me encuentro gente alegre, amable, prepotente, sonriente e imponente para ofrecer su producto, quieren que a huevos se lo compres y si se lo tocas por accidente, te dan una respectiva puteada.
Cada salvadoreño se gana la vida como puede, algunos con un trabajo formal y otros informal. Todos esperan una oportunidad de dar sus servicios profesionales al gobierno o empresa privada y demostrar sus capacidades y al no tenerlo, ni modo tiene que trabajar de lo que sea o irse mojado a la USA y cumplir su sueño americano. Un país donde hay personas especialistas en marginar y discriminar al buen profesional, a jóvenes talentosos y a la tercera edad, más si estos no tienen familias que los alimente.
Muchos aseguran, que tener un trabajo en este país es una bendición de Dios, pero no sólo se trata de tener fe sino también, qué tan corrupto seas para lograrlo y pisotear a un verdadero profesional a cambio de obtener un cargo, que nunca logrará desarrollar.
Sigo ahí, caminando de un lado a otro en el gran San Salvador como un nómada. Me detengo frente a la Plaza Cívica, desde lejos veo a una mujer, que toma con mucha fuerzas a su compañera de trabajo, su escoba. Barre con mucha delicadeza entre la gente que visita ese lugar populoso, sabe que tiene una responsabilidad de tener limpio su lugar de empleo y si no lo hace bien, puede costarle su trabajo.
Veo su rostro agotado, sudado, sus ojitos cansados del reflejo de la luz solar; me le acerco, la saludo y comenzamos a charlar. Se me queda viendo y me dice: mucho gusto!!, me llamo Guadalupe López, tengo un año y medio de trabajar con la Alcaldía de San Salvador, me le quedo viendo y ella seguía contando sobre su trabajo y la responsabilidad que tiene de mantener limpia esa zona.
No dejaba de hablar a lo mejor quería desahogar sus problemas o simplemente quería dejar claro, que su trabajo es difícil y duro bajo ese ardiente sol. Me le quedo viendo a sus ojos, le dije gracias, me di la vuelta y me marché.
En El Salvador, hay más de 7 millones de habitantes; se considera que en la actualidad 2.7 millones de personas se encuentra con un empleo más o menos estable, país que tiene la tasa más alta de desempleo en Centroamérica y los gobernantes en vez de emplear a verdaderos profesionales, mejor metienen a familiares, borrachos, tranceros corruptos y sin ninguna visión profesional.
Para muchos salvadoreños el desempleo en el país cada vez se complica, trae consecuencias psicológicas, baja autoestima, depresión, ansiedad, rupturas matrimoniales y problemas sociales como la inseguridad que se vive en estos últimos años, incluyendo este 2020.
La oportunidad de empleo para mujeres y hombres oscila entre los 15 a 29 años de edad, la gente está emigrando a otros países sin importarle el riesgo que puede tener. La ONU asegura, que hay un millón y medio de salvadoreños, que han emigrado a USA y otros países por falta de un empleo o amenazas de la delincuencia.
En mi recorrido, llego al monumento a los Próceres o Independencia, conocido popularmente como la Plaza Libertad, ubicado en el centro histórico de San Salvador y construido un 5 de noviembre de 1911. Una estructura que desde hace años se encuentra dañada por varios terremotos y hasta la fecha nadie se hace responsable de darle su respectivo mantenimiento.
Me siento, compro un café y a mí alrededor escucho música de los evangélicos, mariachis, conversaciones de conquistas y a los vendedores ambulantes, gritar sus productos. Llegan señores y señoras de la tercera edad jubilados y los que nunca tuvieron la oportunidad de tener un retiro laboral digno.
Se escucha una diversidad de música y aplausos, cada vez que finaliza una canción. Desde lejos veo un círculo de personas y que a alguien le decían: bárbara que lindo bailas!.
Cada vez que me acercaba la cosa se ponía más interesante, justamente ahí se encontraba Sonia Isabel Aguilares de 71 años de edad, conocida como Yajaira, dando su respectivo show de baile.
Una bailarina de profesión que en su juventud fue cachiporrista y cada vez que llega al parque libertad, lo hace con diferente vestimenta lo cual la presenta como una verdadera bailarina. Sus atuendos son extremos y su forma de bailar incansable, su horario de trabajo es de 2 a 6 de la tarde y se siente orgullosa de haber dado a luz a once hijos de los cuales tres ya fallecieron.
Aprendió a bailar árabe, Folklor, El Chachachá, mambo y de todo tipo de música. Su trabajo como bailarina es divertir al público y cuando termina cada canción le dan unas monedas, para luego compartirlas con los músicos.
Yajaira me aseguro, que esta es una forma de como ella se gana la vida “es una fuente de empleo para mí” ya que a su edad y aunque tenga más energías que un joven, ya no hay oportunidades de un empleo digno. “Ni modo seguiré con esto hasta que Dios y la Virgen me de las fuerzas”, dice.
Yajaira es una mujer muy dinámica que con el sonido de la música, intenta olvidar un poco los problemas que la rodean a sus 71 años de edad.
En conclusión El Salvador que
muchos conocen como el Pulgarcito de América, es un país pequeño y complicado para gobernar y donde la falta de empleo para millones de salvadoreños es el pan de cada día.