Cargando ahora

El Coronavirus y Salud Mental

Cuando el nombre “coronavirus” empezó a ser algo más que un virus que se propagaba en China, se encendió la alerta roja a nivel global.

Dra. Margarita Mendoza Burgos, columnista ENNews

“Nada sucederá”, fue la especulación de la mayoría del mundo.

Se trataba, por supuesto, del período de negación, un paso inevitable dentro de un proceso natural para asimilar las crisis. Sin embargo, cuando esa amenaza se convierte en realidad, como el caso de la pandemia actual, nos invade la ansiedad.

En cierto modo, eso nos empuja a tomar las medidas convenientes, como huir, neutralizar, afrontar o atacar, según la circunstancia lo requiera. Otros, sin embargo, se paralizan de la impotencia.

Como alguna vez escribí, los mecanismos ansiosos tienen dos componentes: físico y psíquico. Los físicos aparecen ante un detonante, preparando el cuerpo para la situación de defensa ante el mismo.

Pero en muchos casos la negación sigue al punto que somos capaces de ignorar las medidas e instrucciones que dan las autoridades en casos de crisis. A pesar de que nos dicen que hay que quedarse en casa y evitar cualquier contacto humano, hacemos caso omiso, actuando irresponsablemente.

Por eso es importante obedecer las medidas y tener ciertas rutinas en casa para estar mas seguros y preservar nuestra integridad mental. Cuando nos invade el miedo es cuando más obediente nos volvemos.

Pero ese es el miedo sano, el que nos vuelve buenos ciudadanos y prudentes.

En medio de la adversidad, somos capaces de sacar lo mejor de cada uno, nuestro lado más solidario: donamos, nos sensibilizamos por las historias ajenas, abrimos nuestros corazones.

En este caso de la pandemia, especialmente colaboramos con los dos grupos más afectados: los ancianos y los inmunodeprimidos. Pero también puede aflorar lo que llaman “el miedo tóxico”, ese que desborda nuestra ansiedad hasta llevarla a límites extremos.

Es cuando, presas del pánico, somos capaces de ir a un supermercado y acabar con la existencia de alcohol en gel, comprar una tonelada de papel higiénico o llenar las alacenas de latas de atún “por si acaso se viene el fin del mundo”.

En todo caso, en crisis como las del coronavirus normalmente la fase del miedo suele ser breve, e inexorablemente conduce a una etapa de desesperanza.

Es cuando la cifra de infectados y muertes calan psíquicamente en nuestra mente.

Y de aquel “a mí no me va a tocar, esto sucede en China” pasamos al “de esta no me salvo, seré la próxima víctima…”

De esa desazón, sin embargo, tarde o temprano también se sale.

Y cuando esto ocurre, normalmente el individuo emerge reforzado anímicamente.

Esto viene acompañado de una autoestima alta y nuevos hábitos.

Entonces ayudamos a otros desde la serenidad y ya no desde el miedo.

Al final, la crisis será una anécdota y un invalorable aprendizaje.