El pastor descalzo.
Un mensaje de optimismo y fe de nuestro colega Periodista dirigido a nuestros seguidores en esta difícil y turbulenta etapa de la vida en todo el planeta
El pastor sin zapatos, en camiseta y chores está listo para predicar.
Ese atuendo no les ha caído en gracia a algunos de sus consiervos en la fe que, también pastorean, en esa playa de La Libertad de la costa salvadoreña.
Y es que aquí, por algo muy práctico que no tiene nada que ver con la fe, es simplemente de sentido común, no se puede predicar los domingos, porque los creyentes trabajan; tampoco en manga larga, porque el calor podría deshidratar a cualquiera.
Pero después de 7 años ya no le importa las habladurías, pues la obra ha crecido y ayuda a mucha gente. Critican al pastor descalzo de irreverente, pero no hablan de su ayuda a la gente; le dicen blasfemo, aunque no refieren nada de los cursos de computación, clases de inglés, y otros programas de ayuda a niños y jóvenes de la zona.
Cuando llegué después de unos 5 años encontré no un templo tradicional, sino que un espacio muy diferente al que había visto años atrás, un lugar de descanso espiritual, pero al mismo tiempo una obra de servicio donde se adora a Jesús de acuerdo a sus propias palabras “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí” (Mateo 25:40 NVI).
El pastor descalzo es Chamba, Salvador Castellanos, un curtido hombre de medios de comunicación que ha trabajado en importantes cadenas de televisión como CNN, Univisión y Telemundo entre otras. Durante cuarenta años ha sido reportero y presentador de noticias en medios locales en El Salvador.
Es un hombre de mundo que se divirtió, era egocéntrico, apasionado por el periodismo y el surf. Pero ese hombre fue dejado atrás y desde hace varios años navega en un barco diferente, en el que su capitán es Jesucristo y que lo llevó a anclar en tierra de una playa llamada El Tunco.
A Chamba, como es conocido en el lugar y por muchos de sus colegas, le pasó de todo en la vida. Como la mayoría se sumergió en un mundo de locuras juveniles que le llevaron a drogas y alcohol.
Fue arrogante y firme creyente que nada podía con él y tocó tempranamente la fama de la televisión. En los años ochenta fue simplemente inspiración para muchos en una naciente industria de los noticieros y las entrevistas en El Salvador.
Hasta que un día no pudo más con esa carga autoimpuesta, pues parecía que la suerte estaba echada. La señal televisiva poco a poco comenzó a perder nitidez, se perdería como muchos que creen que su imagen, su elegancia y su habilidad eran suficiente.
Un día su cordura lo abandonó.
Fue cuando su barco llegó a la orilla de la playa, sin velas, sin motor, destruido.
Un refugio que le ayudó a combinar su vida de hombre de Medios, su gusto por el deporte de las olas y la pasión por mostrar a un Mesías que no solo camina sobre el mar, sino que en cada oportunidad que se genera en tierras desprotegidas, con necesidades y, sobre todo, lejos de los beneficios de los gobiernos. Pescadores, comerciantes y micro negocios como en los años de Jesús.
El anuncio de la buena noticia que Chamba reportea hoy, no tiene horario, ni días, tampoco locales tradicionales, sencillamente esta es una forma grandiosa de hacer evangelio, porque está con olvidados.
Cuando la iglesia está para servir, se enrolla las mangas y se pone a la par del descalzo, es cuando se vive el Reino de Dios, aquí y ahora.
Chamba predica el evangelio y gestiona ayuda y apoyo a jóvenes, niños y mujeres que, junto a su esposa, hijos y amigos a través de “La Red” un centro, una asociación, ministerio o iglesia, como quiera que se llame, pero sobre todo un oasis de esperanza para quienes el sistema no ve o no alcanza darles la oportunidad de creer que Jesús no está crucificado, sino vivo haciendo la obra, diciendo “tiren la red”.