Violencia viril del encierro según “Chema Méndez”
Estos días de cuarentena global, el tópico del encierro —su antónimo, la libre circulación— anticipa la angustia actual. Bajo ese “espejo del tiempo”, el encierro culmina en violencia, los Fantasmas y el crimen los cuales la ciencia y la técnica reciclan a su arbitrio.
(EN News) En 1932 el filósofo salvadoreño Julio Fausto Fernández (1913-1981) circula libremente de Santa Ana a San Salvador. Certifica el fluir de la poesía entre las “musas” y los hechos sociales, mientras hoy en paradoja vivimos el encierro. Entre la rima santaneca y la política capitalina, Fernández suelda una “noble amistad con “Chema Méndez”, según lo recuerda al escribirle el “Prólogo” a “Espejo del tiempo” (1974). Desmiente que la ciencia ficción de Méndez sea una verdadera “ficción científica”, ya que la reemplazan “la realidad”, “la hondura sicológica” y “el humorismo”.
En este acierto, deja pendiente los aspectos cruciales que caracterizan ese trío temático. Estos días de cuarentena global, el tópico del encierro —su antónimo, la libre circulación— anticipa la angustia actual. Bajo ese “espejo del tiempo”, el encierro culmina en la violencia, los Fantasmas y el crimen los cuales la ciencia y la técnica reciclan a su arbitrio.
Según Méndez, la primera amenaza del encierro es la violencia doméstica. El marido desquita su enojo en “la mujer”. “Los cuernos de la luna” —virus psíquico y corporal— hacen que “la era preatómica” contraiga el desarrollo técnico hacia las pasiones humanas más primitivas. Léanse el relato que titula el libro y “El crimen”. La segunda advertencia raya en la locura.
Los hombres solitarios alucinan “Fantasmas” femeninas. Si un personaje las percibe vestidas de blanco —“hermosas doncellas”— otro teme el acecho morboso de las estrellas. El tercer aviso lo explaya el relato “Par o non”. El hombre solitario sólo logra conciliar el sueño luego de cometer un crimen cada noche.
En contraposición a ese ideario violento y fantasmagórico masculino, “Putosis” describe el encierro monacal de la mujer como “conducta ejemplar”. Su “modelo de virtud” no sólo niega los “síntomas” que la ciencia médica masculina predice de su futura profesión. Igualmente, contradice la conducta viril, descrita anteriormente. La voluntad femenina le impone su curso histórico al diagnóstico técnico.
Al igual que esa triple violencia masculina —doméstica, alucinatoria y criminal— los actos de desfalco y robo se revisten de ficción. Toda transgresión reitera ese ropaje necesario para no intimidar la lectura ingenua. Así contradice la expectativa de repaso escolar que imagina la poética como simpe expresión de la belleza sin historia. El furor viril lo confirman otros cuatro relatos los cuales diseñan la fluidez fronteriza entre el hombre y el animal. Los hombres se vuelven animales e intercambian su identidad con sus mascotas o alimañas en el laboratorio.
En breve, el llamado humorismo de Méndez concluye que el hombre —no la mujer— debe responder por sus actos impulsivos. Su encierro anímico varonil lo conduce a la violencia doméstica, a la alucinación fantasmal de su deseo insatisfecho y al crimen que lo sana. De este triángulo deriva la fluidez masculina hacia lo animal. A menudo, se comporta de manera más bestial que los animales, quienes acaban por reemplazarlo.
Sólo al abrir los ojos —al salir de la cuarentena viril— anotará su verdadero destino. Ser-Hombre-para-la-Muerte, pasajero en el reino temporal de este mundo, al lado de su pareja que a menudo ignora. Así se llama el triple Fantasma —sanitario, económico y político— que ahora nos persigue al salir de casa. Hoy el Espectro nos encierra —La Libertad sin libertad— mientras los ojos abiertos ante la Muerte, Fernández prosigue su libre coloquio con “el grupo Rumbo” y “el Convólvulo”. A la sombra junto a Méndez, por el Parque Bolívar…
Rafael Lara-Martínez
Tecnológico de Nuevo México
rafael.laramartinez@nmt.edu /
https://nmt.academia.edu/RafaelLara
Desde Comala siempre…