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Luego de la emergencia Covid habrá nuevos desafíos para el “aprendizaje ubicuo”

Estos involucran a docentes, educadores, profesores, maestros… Ser los mismos pero DIFERENTES, menos tradicionalistas, MÁS CREATIVOS, en tiempos de contingencia y de nuevas tecnologías. Mtra. Artemisa López, Columnista EN News

Por : Mtra. Artemisa López, desde México en exclusiva para EN News

(EN News) El impacto de las nuevas tecnologías no se produce sólo en la escuela sino también en los diversos ambientes donde el aprendizaje tiene lugar.

A esto me refiero con el “aprendizaje ubicuo”. Las nuevas tecnologías son, crecientemente, dispositivos móviles y, al menos en áreas desarrolladas, se expande la conexión inalámbrica.

La combinación de la portabilidad de los dispositivos y la expansión de la conexión inalámbrica permite que el aprendizaje suceda en cualquier lugar y momento: en la casa, en el trabajo, en el bar, en la biblioteca.

Una de las formas principales de observar el impacto de las nuevas tecnologías en la escuela surge a través de la relación entre la escuela y los otros ambientes de aprendizaje. Si bien la escuela sigue siendo el centro, ahora está conectada a otros ambientes donde el aprendizaje tiene lugar.

En este sentido, la tecnología funciona como un puente que conecta a las escuelas con estos ambientes.

Por lo tanto, uno de los desafíos actuales es repensar el rol de la escuela, considerando que ya no detenta el monopolio del aprendizaje; ahora es el lugar que ayuda a los aprendices a integrar los aprendizajes que suceden en los otros ambientes.

Es decir que sigue ocupando un rol central, pero NUEVO y DIFERENTE al tradicional.

Actualmente, uno de los grandes retos es que el docente no simplemente va enseñar temas para que el alumno los comprenda, sino que deberá de fomentar en el alumno estrategias o técnicas de trabajo para organizar su forma de aprender y de entender lo que se le presenta, además de fortalecer el pensamiento crítico.

Pero, además, el docente debe ser un especialista en la comunicación: él comunica y enseña a comunicar. Enseñar es comunicar y aprender es desencadenar procesos de comunicación en CONTEXTOS Y SITUACIONES DIVERSAS.

Sin embargo, aprender no es el simple cultivo de la memoria o la acumulación de conocimientos, sino la capacidad de pensar clara y sensatamente sin ilusión, partiendo de hechos y no de creencias e ideales.

Aprender implica amar la comprensión y amar hacer una cosa por sí misma. Los alumnos deben potenciar su tarea en las escuelas porque no deben de estudiar para aprobar sino para aprender y únicamente se aprende con profundidad cuando lo aprendido es fruto de un esfuerzo de comprensión y puede ser comunicación con seguridad y fluidez (y no de memoria y para el olvido).

Los docentes deben lograr que los educandos tomen en serio su aprendizaje y no sólo para resolver un examen o por sólo complacer a sus padres o maestro, sino para que el alumno se dé cuenta que ese aprendizaje será de por vida y tendrá beneficios para sí mismo, es decir para su inserción en la sociedad.

Pero, además, deberán lograr que los alumnos se preparen para abordar el mundo futuro, al que tendrán que adaptarse para vivir y desarrollar nuevos recursos y saberes.

Asimismo, el docente deberá olvidarse un poco de los libros, el pizarrón y del cuaderno de apuntes y conseguir que la escuela salga a la vida, a la realidad tecnológica de hoy en día.

Si la sociedad aún nos muestra una sociedad con profundas desigualdades, el sistema educativo no debe convertirse en un instrumento que potencia esas diferencias, sino en un recurso de transformación, de igualdad distributiva de los conocimientos.

Y la educación escolar debe privilegiar las competencias lingüísticas en cada una de sus manifestaciones, porque esas competencias – junto con otras – son esenciales para el conocimiento de uno mismo y de los otros, la vida en sociedad, la designación y el mundo en que vivimos. Todos estamos llamados a vivir con la mayor dignidad y calidad de vida.

Para esto está la educación, para garantizar estos derechos humanos de última generación.

El conocimiento llama al conocimiento, el saber al saber. Hay cierta analogía con el capital y el dinero. No en vano Bourdieu trabajó el “capital cultural” y usa una palabra con claras resonancias económicas.

El dinero hace al dinero.

El conocimiento adquirido, clasificado, sistematizado y disfrutado multiplica la capacidad del conocimiento.

Pero el conocimiento disponible, el que está en oferta para quien quiera consumirlo, nunca se transforma en conocimiento real si es que no media alguna forma de sistematización, de articulación, de estructura.

Cuando hemos armado nuestro conocimiento, los libros y artículos que leemos, las películas que vemos, las experiencias que tenemos, las conversaciones o las preguntas que formulamos, saben cómo aprovechar esas riquezas: comprenden, ubican, clasifican, registran la información, archivan en el lugar exacto, descubren relaciones, construyen intertextualidades.

El Ingresar a una biblioteca, a un museo, a una librería, a las páginas de Internet es una posibilidad que crece y exponencialmente se multiplica con los conocimientos pre- existentes: uno podrá descubrirlo a partir de lo que ya conoce y disfruta.

La construcción subjetiva es una reapropiación dinámica de la suma de los conocimientos.

Hay aquí un sentido claro que se le otorga a la educación sistemática: se construye el proceso de atesorar los conocimientos y los saberes para volverlos productivos (parábola de los talentos).

El maestro, el docente, el profesor (el que sabe) es alguien que transmite esa experiencia vital: como se guarda para poder producir, reproducir y transmitir. Tal vez sea el desafío de la educación del futuro.

Por tanto, el tiempo que los adolescentes pasan en la escuela es crucial para poder moldear su desenvolvimiento fuera de ella; los aprendizajes y habilidades que en ella desarrolla deben estar lo suficientemente consolidados para que ellos puedan utilizarlos de manera efectiva en la sociedad.

Nuestros alumnos deben ser capaces de comunicarse efectivamente de forma oral y escrita tanto dentro como fuera de la escuela, en diversas situaciones y contextos, así como tener buena comprensión de lo que leen y escriben de forma tal que puedan reflexionarlo y criticarlo.

No hay lenguaje sin pensamiento, pero no hay pensamiento sin lenguaje: la inclusión escolar en los sistemas es tal si el excluido logra apropiarse de los recursos del pensamiento (crítico, transformador, lleno de propuestas) y los instrumentos de la comunicación y el lenguaje.

El que maneja la palabra maneja el pensamiento, el grupo e influye en la sociedad. Y cada uno de los profesores, docentes, educadores, maestros, debe desencadenar estos procesos claves del aprendizaje no sólo escolar, sino también social.