Trabajadores que son guerreros
“Aquí saliendo de turno… Bendito sea Dios sin novedad”, fueron las palabras de una amiga mía quien es doctora, cuando la saludé a través de una red social a inicios de abril. Eran las 6 de la mañana cuando yo la contacté…hora en que muchos nos encontrábamos en el calor de nuestro hogar, ella apenas iba saliendo del hospital. Mientras la mayoría descansaba, por la cuarentena, ella había tenido una larga e intensa jornada de trabajo donde ni siquiera pudo recostarse un momento.
Esta breve pero significativa conversación me hizo dimensionar la gran labor humana que realizan los profesionales de la salud, que aunque porten insumos de protección, se encuentran en un grave riesgo de contagio del coronavirus. Reflexionemos también en el sacrificio de dejar a su familia, a sus hijos, por salvar la vida de otros, por ser parte de este valiente grupo que lucha contra la enfermedad.
En las últimas semanas he visto con agrado mensajes positivos, a través de diferentes medios de comunicación, hacia los trabajadores de la salud, dándoles el mérito que merecen. Asimismo, hay acciones que son estimulantes y que nos engrandecen como seres humanos, por ejemplo; a las personas que laboran en hospitales les dan prioridad en supermercados y bancos, y en varias unidades del transporte colectivo no se les cobra el pasaje. Estos hechos demuestran que la empatía también es otra característica de los generosos salvadoreños.
Sin embargo, está el otro lado de la moneda, han sido divulgadas situaciones donde se discrimina a médicos, enfermeras y demás personal del rubro de la salud. Sustituyen darle “honor a quien honor merece”, por la estigmatización; no reconociendo que son verdaderos héroes…y es que quizás, los invade el temor de que se contagiaran del virus si los tienen cerca.
“El miedo también puede bajar las defensas”, me dijo hace poco otro empleado de un hospital hablando sobre este mismo tema; por eso hay que tener más FE y menos pánico. Todos tenemos claro que hay que respetar la distancia y guardar todas las medidas de seguridad, tampoco hay que asistir a los hospitales sino se tiene una verdadera necesidad, pero eso no significa que se rechazará o excluirá a un trabajador de la salud.
La marginación deja una amarga sensación, sobre todo para quien la da y nos hace retroceder como sociedad, como seres humanos. Bajo la premisa cristiana “amar al prójimo como a uno mismo” no caben estas actitudes. Solo llevemos un poco a la práctica lo que hemos leído en la Biblia o agradezcamos los favores recibidos del Cielo, de la vida, no señalando ni estigmatizando.
No solo los profesionales de la salud se han sobreesforzado en esta situación que vivimos. Hay más personas que lo han dejado todo, por ponerse firmes en la primera fila para combatir esta pandemia mundial.
Hace unos días llegué a mi trabajo, pues sin descuidar las medidas de protección asistimos por turnos y horas. Eran casi las 7 de la mañana y enfrente de mi lugar de empleo se encontraba un retén policial, los agentes de forma diligente ejercían sus labores. Al retirarme, varias horas después, seguía el mismo retén con los uniformados, que valientemente trabajaban con la misma dedicación que los vi temprano, esta vez, bajo el intenso sol. Son acciones dignas de aplaudir que no podemos pasar desapercibidas.
Se me viene a la mente un video que vi a través del Facebook, de una pequeñita a quien cubrían y protegían como en una especie de bolsa, para poder abrazar a su papá policía. Me llenó de ternura y a la vez, me dolió ver tal situación. ¡Que enorme sacrificio de este hombre y de muchos, cuyos casos no salen en las redes sociales! El padre en mención, no podía correr el riesgo de contagiar a su niña, pues su trabajo lo coloca en una zona de alta contaminación. Los policías y agentes de seguridad también merecen nuestro respeto y admiración por la incansable e invaluable labor que están ejerciendo.
Otros trabajadores como motoristas, barrenderos, empleados de supermercados y muchos más, han tenido que salir a desempeñar sus funciones. Comprenderlos, ayudarlos, ponernos en su lugar, es lo mínimo que podemos hacer, como una de forma de agradecerles que nos han facilitado la vida en esta circunstancia que estamos atravesando.
También he leído que al salir de esta pandemia, seremos mejores personas: más humanas, más sensibles. Considero que para lograr este objetivo no debemos esperar que todo esto termine. Tratemos de cambiar nuestras actitudes enmedio de esta emergencia. Sólo analicemos, que posiblemente…solo posiblemente, eso necesita ver Dios, que tengamos un corazón más noble para que todo vuelva a la normalidad.
Agradezcamos el milagro de estar vivos, de estar bien, siendo agradecidos con los demás, con quienes han demostrado que su vocación de servicio va más allá que atender su propia vida.