Bisturí Urbanístico: La Vivienda de Interés social ante las emergencias
Llamar a AMANDA Y CRISTOBAL amenazas o fenómenos “naturales” es injusto para la naturaleza, y poco real para el histórico “desarrollo territorial” de El Salvador.
Desde el 11 de marzo de 2020, el Órgano Ejecutivo de El Salvador, decretó el cierre de fronteras y suspendió clases para los centros educativos, desde esa fecha El Salvador tomo la decisión de iniciar un proceso de cuarentena, a todas luces necesarias, especialmente por el comunicado dado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), donde se declaró al COVID-19 como una pandemia, debido al incremento de casos alrededor del mundo.
La cuarentena obligó a la población salvadoreña, de inmediato, a la aplicación de las recomendaciones de la OMS, en cuanto a: (i) quedarse en casa; (ii) distanciamiento social o sano distanciamiento, no menor a un metro y medio aproximadamente; y (iii) el uso de mascarillas, guantes, lavado constante de manos y desinfección extrema al ingresar al recinto habitacional, cuando se provenía del exterior.
Según FAO-PESA (2011), “Centroamérica es una de las regiones donde se concentra la población pobre de América Latina. Si bien en América Latina el porcentaje de personas en situación de pobreza asciende al 33,1%, en Centroamérica este porcentaje se eleva hasta el 50,9%” (P.5).
La referida institución reporta que el mayor porcentaje de población en situación de pobreza se encuentra en Honduras a la cabeza (68,9%), seguido de Nicaragua (61,9%), Guatemala (54,8%) y El Salvador (47,9%). Costa Rica y Panamá están muy por debajo de la media centroamericana (18,9% y 25,8% respectivamente).
Lo anterior hace aproximar el contexto de desigualdades y segregación habitacional en las ciudades centroamericanas, en donde El Salvador, por sus propias características territoriales (no tenemos el territorio del resto de los países centroamericanos y tenemos la población que ellos no tienen, especialmente en las urbes)
Esto ha provocado un resultado difícil para cumplir con la medida “QUEDATE EN CASA”, situación confirmada en el webinar de “Asentamientos precarios y vivienda social: Impactos del COVID-19 y respuestas (Laboratorio de vivienda)”, desarrollado por el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), el día 14 de abril de 2020.
En dicho acto se hizo del conocimiento que, cerca de un 30-35% de la vivienda en Centroamérica, no tiene como cumplir con las precipitadas recomendaciones de la OMS.
En el afán de querer descubrir un poco, sobre la relación del espacio habitacional, el comportamiento de los miembros de la familia, y la presión en cuanto al QUEDATE EN CASA, ejercida por el virus chino COVID-19, hice un seguimiento de noticias, post/comentarios u opiniones de Face Book, notas periodísticas, blog y columnistas de opinión, reportajes hechos a la población salvadoreña de sectores populares, que viven de ingresos económicos del día a día, sumado a la investigación de webinar urbanísticos, por lo que es factible concluir que son principalmente 2, los factores por los que la población no cumplió en el momento de mayor encierro (marzo-mayo 2020), con la referida consigna de no salir de su habitación:
1-La preocupación económica de llevar alimentos y otros bienes a los núcleos familiares, sumado a la necesidad de liquidez para pagar créditos y deudas.
2- La espacialidad habitacional, es decir, viviendas familiares de pocos metros cuadrados, espacialmente agresivas (escaza o nula ventilación interior, concentración de calor, sin mayores amenidades o distractores estéticos, donde predomina la visibilidad del cemento), con falta de condiciones de saneamiento básico, tales como el acceso al agua potable y disposición inadecuada de aguas residuales domésticas.
Luego, después de un aproximado de 70 días de cuarentena, en los últimos días de mayo y principios de junio, nuestro país enfrentó un fenómeno “natural” del alto impacto, se trata de las tormentas de AMANDA Y CRISTOBAL, las cuales según datos periodísticos y oficiales ocasionó un aproximado de 30 fallecidos, 29,968 familias afectadas, además de dañar más de 3000 viviendas.
Cabe destacar que una buena parte de estas viviendas, quizá la mayoría, viven en suelos de riesgo a las inundaciones, deslizamientos, licuefacciones del suelo (donde el suelo se hace agua), y tsunamis, entre otros, basta recordar el colapso de un muro en comunidad Nueva Israel donde al menos dos casas fueron arrastradas por la crecida, y la inundación en Brisas de San Francisco que arrastró varios vehículos.
Es muy cierto que llamar a AMANDA Y CRISTOBAL amenazas o fenómenos “naturales” es injusto para la naturaleza, y poco real para el histórico “desarrollo territorial” de El Salvador, pero ese tema podemos abordarlo en otra opinión.