Periodismo: Para cuando retornemos a la “normalidad”
“Locos son los que han perdido todo menos la razón”. Para una araña hacer su red puede ser lo maravillosamente normal, lo que para una mosca puede ser su muerte.
(EN News) La normalidad no existe, el mundo es ambivalente y está en constante cambio, hoy mismo pese a la pandemia hay once conflictos armados en el mundo y al menos dos volcanes en Centroamérica en actividad, mientras unos luchan cómo ayudar a sus hermanos, en los hospitales, hay otros que obstaculizan los planes de otros.
Al menos un vecino se levantó temprano este día sin poder dormir planeando como dañar a su prójimo y quizá alguna periodistas insegura se siente discriminada y aislada busca llamar la atención de alguna manera o algún colega sin duda, se cree hoy mismo, la última coca cola en medio del desierto.
¿Es esto normal? Nos referimos a la normalidad social y de entrada definimos que el concepto de normalidad para algunos es el establecimiento de ciertos valores que aceptamos, reconocemos, concebimos como los correctos; aunque hay otros que cuestionan el concepto bajo el argumento que hay parámetros que son impuestos como normales, pero que siempre han respondido a niveles de control social, que deben ser aceptados para ceder dócilmente a los que nos imponen su poder.
Actualmente el periodismo del país está monopolizado por el tema del COVID-19, para algunos eso no es normal, para otros es lógico ya que es una situación mundial, pero muchos creen que decir que volveremos a la normalidad es aceptar que todo lo que pasó antes de la pandemia debería ser considerado como lo normal.
Sí fuese así, sería aceptable decir que es normal que opositores y gobernantes sigan en pugna de manera permanente, sería aceptar que ningún político puede ser procesado por la justicia por comprar votos a los pandilleros y que la corrupción de quienes robaron en el pasado es normal
Que los despidos de periodistas y la condiciones de inseguridad tienen que mantenerse, que el maltrato hacia las mujeres y los acianos y los vejámenes contra los menores sea normal, que los usureros hagan de las suyas siempre sin ningún castigo y que se reelijan a cargos públicos quienes han hecho daño al país.
Por otra parte, hay una equivocación cuando afirmamos en periodismo que “el retorno a la normalidad” supone que regresaremos a como estábamos anteriormente. Hay que aceptar que no volveremos a ser los mismos de antes de la pandemia, todos hemos perdido a un conocido o a un familiar cercano. La vida ha cambiado y eso supone también que la justicia demanda permanente cambios y lo digo así: debemos buscar ser mejores que ayer.
La cercanía y las muestras de afecto no serán las mismas para con nuestras amistades y compañeros de trabajo y aunque no todo en el pasado ha sido caótico. De tanto repetidas “las verdades” parecen naturales, pero una vez descubiertas se termina el engaño y surge el conocimiento de lo que por años hemos aceptado como normal.
Lo normal, supone la existencia de lo anormal, siempre señalado con estigma a ciertas actitudes a personas cuyo comportamiento es diferente al establecido, en periodismo por ejemplo en los últimos años se ha aceptado la ligereza de dar información o hacer señalamientos a veces difamatorios utilizando las redes sociales como plataformas de descredito, algunos de ellas agrediendo la privacidad de las personas y muchos haciendo abiertamente pública su intimidad de lo que comen y hacen de manera cotidiana.
Los periodistas moralistas extremos acusan sin pruebas, algunos hasta llegan a difamar, enteniendo sólo un parte de lo ocurrido, sin conocer plenamente lo acontecido, por eso vemos titulares en los periódicos y acusaciones de periodistas inseguras y que se exponen y hacen juicios paralelos, y otros que se defiende de señalamientos de poca transparencia en sus publicaciones y actuaciones personales.
Lo peor que ni así logran la atención profesional de sus públicos y esconden sus debilidades humanas, vuelven normal el engaño, logran incluso mentir y engañan hasta con ciertas muestras de prácticas religiosas, estafan a sus pastores o guías espirituales o los utilizan para sus perversidades, de lograr réditos y ganancias personales, sin importales a quienes dañan.
Regresar a la llamada normalidad es relativo, la historia es lineal y no se detiene. Para una araña hacer su red puede ser lo maravillosamente normal, lo que para una mosca puede ser su muerte. Sea lo que ocurra, el periodismo debe seguir adelante, mi profundo aprecio a los hombres y mujeres de la prensa en El Salvador.