DE LA INDIFERENCIA SOCIAL A UNA ACTITUD PROPOSITIVA

Bueno sería tener el corazón sensible a sus necesidades, alejados de la pasividad.

Mtra. Artemisa López Carrillo, columnista de opinión EN News

El ser humano agudiza su indiferencia, cada vez es más insensible y apático hacia otros sujetos o asuntos, es decir, sus emociones y sentimientos permanecen dormidos.

Y tendría que ser lo contrario, la nueva normalidad debe despertar en cada uno de nosotros sentimientos positivos, pues son tiempos propicios, oportunos e idóneos para hacer cambios profundos en nuestras maneras de ser y de pensar.

Por ello, es imprescindible ampliar el canal de nuestros intereses de tal forma que nos permita reconstruir el lienzo social que se ha quebrantado a lo largo de los años con la dejadez a la que hemos condenado a ciertas poblaciones que han estado envueltas en un contexto poco favorable para esa conversión sana de la juventud hacia la vida adulta, sistematizando la violencia y la delincuencia como un estilo de vida.

Ante las nuevas realidades, las «normalidades» que ha traído consigo la figura de Covid-19, debemos profundizar en temas de bienestar, ya no hay otra alternativa más que dejar de ser pasivos e indolentes.

Por tanto, será necesario que todos participemos en este proceso de cambio, necesitamos dejar de ser indiferentes al dolor ajeno, y que apoyemos cada iniciativa que nuestro gobierno encamine al bienestar común, sin importar que partidos políticos la impulsen.

Insisto, NO son tiempos de competencia, NO son tiempos de soberbia, NO son tiempos de rencor… NO son tiempos de denostar, Son tiempos de unión, son tiempos de solidaridad y desapego a todo aquello que nos impida ser empáticos.

Dejemos de lado ideologías partidistas y de otra índole, si en realidad deseamos un CAMBIO. Definitivamente, no puedo dejar de pensar recurrentemente en los desvalidos, que tantas veces sienten impotencia en la marginación que viven por la razón que sea.

La indiferencia no debe ser nuestro común denominador con esos oprimidos, los de abajo que mencionaba Mariano Azuela, los que requieren comprensión y son dignos de compasión.

Bueno sería tener el corazón sensible a sus necesidades, alejados de la pasividad. Tenemos que ser capaces de comprometernos con ellos en su pobreza y en su abandono.

Con ellos no solo quiero decir que compartamos algo de lo que podemos dar, sino tal vez guiarlas en concreto con la orientación de la ruta que deben seguir para su superación, abrirles los ojos.

Podemos ir parafraseando a Ignacio Larrañaga, con un estandarte de justicia y paz, a meternos hasta el fondo de las muchedumbres, entre tensiones y conflictos y desafiar el materialismo con soluciones alternativas.

Nadie puede levantar la mano para decir que nunca ha necesitado de los demás para subsistir, si la regla de supervivencia es que necesitamos unos de otros.

Lo bueno que se hace por el prójimo es bastante hasta donde se hace lo posible, pero no al ritmo de ignorarlos por completo, ni hacer juicio de su condición.

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