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ESA SOY YO, YO SOY ELLA… (Primera Entrega)

Esa soy yo, yo soy ella. Sí, soy una copia fehaciente de otra copia que igual que yo se impone como semblanza de justicia, honor y orden…

Poeta Alexander Campos, columnista de Opinión EN NEWS

(EN NEWS) Esa soy yo, yo soy ella. Sí, soy la que he sido copiada, redactada, readaptada y manipulada todo ello para decirle al ciudadano del país que le amo como a nadie he amado, que él es antes que todo y sobre de todo el principio y el fin dentro de esta patria.

Que me crearon para proteger su integridad física, moral y psicológica; preservar sus ideales, hacer cumplir sus sueños, sus propósitos y llevarle a conquistar sus anheladas metas; que ellos son lo primero que se debe atender antes que a cualquier otra especie, pues, sin ninguna duda.

Cada código, cada artículo, cada numeral, cada inciso goza el privilegio de responder a su favor con sus vastos literales y sus amplios alcances; que estoy fielmente hecha para llevarle paz y seguridad, traerle confianza y protección; se que debo velar porque tenga salud de calidad, educación plural y consistente, vivienda digna y honorable, recreación y esparcimiento para que crezca sano y tenga claridad entre la proporción de ser un ser consiente y auto competente.

Debo de estimular su pensamiento, defender su criterio y darle libertad e independencia. Debo procurar que se respeten sus más altos derechos y que el estado cumpla con sus obligaciones de acuerdo a lo planteado en lo inductivo de las leyes, las normas y todo reglamento que se oficie “a su favor” .

Esa soy yo, yo soy ella. Sí, soy una copia fehaciente de otra copia que igual que yo se impone como semblanza de justicia, honor y orden ante el desorden de los vasallos pensamientos y su aplicabilidad ante los ciudadanos honrados y conscientes que deben asumir sus responsabilidades y sus compromisos, apartando de hecho todo tipo de manipulación o discriminación por condiciones étnicas, culturales o sociales.

Debo decir con toda claridad que a mí, como a tantas otras cosas que pasan dentro del territorio de mi jurisprudencia, sólo me han maquillado para hacerme ver bonita, convencidos sin dudas, que las apariencias engañan.

Esa soy yo, yo soy ella. Sí, la que va de la mano del poder y que me zarandean como y cuando se les antoja, me ajustan a su modo y beneficio, me interpretan tanto como les da la gana; me estiran y me encogen, me cuestionan, me interpelan, me hacen de un lado a otro cuando no cumplo con sus expectativas, me abrazan si me sienten complaciente o me dejan de lado si no les apetezco en su mal formado gusto.

Esa soy yo, yo soy ella. Sí, la que enmiendan, encomiendan y remiendan cuando les da la gana para darles más beneficios a los que ya los tienen todo y a los que realmente me necesitan borrarlos de un tachón en la legalidad de sus derechos, desenfundando sobre ellos todo el peso de la maldad que les corre por el alma, para que estos, los ciudadanos comunes, cumplan con sus obligatoriedades y sus inquebrantables deberes de patriotas, tal como se les exije.

Esa soy yo, yo soy ella. Sí, la que han convertido en su aliada, su cómplice, su celestina, su meretriz para alcanzar sus metas; soy la falsa promesa del testigo, soy la herramienta eterna de las mentes torcidas, soy una maquinaria de crueldades; soy la que abre el espacio para hacer el chanchullo y la que cubre todo acto deshonorable e impertinente.

La que limpia lo puerco y lo cochino de los grupos de poder, me toca esconder toda la podredumbre regada por la geografía nacional; propicio pesadillas a lo noble, castigo lo decente y hago caer de tajo aquello que edifica la conciencia, la vida humana de los seres más sencillos y honorables.

Me tratan mal, me arrastran, me pisan, me retuercen y me exprimen como a una plebeya, como a un monigote me manejan, como a una esclava me usan, me castigan; me nombran libertad, me hacen honores, me anteponen al juicio y juran sobre mí, pero me desconocen al instante si no les doy respuestas complacientes a sus expectativas, a sus descabelladas decisiones.

Me descalabran cuando no les otorgo la razón; me exhiben como plena mercancía en los falsos congresos, en las podridas asambleas o me condenan como cruel desgracia si por razones obvias me pronuncio a favor de las inmensas mayorías.