La crítica en tiempos de crisis
La crítica, en general, tiene muchos detractores todo el tiempo, pero en momentos de crisis los tiene aún más.
Periodista: Edwin Segura, en colaboración para EN News
No soy muy fanático del reguetón, pero una vez escuché una canción que me dejó pensativo; en una parte decía algo más o menos así: los que saben hacen, los demás critican. No me pregunten el nombre de la canción o del cantante porque, como les dije, no soy muy fanático del género.
El planeta está pasando por una de las peores crisis sanitarias de los últimos cien años, luego de que la enfermedad covid-19 se esparció por casi cada rincón del mundo. Este fenómeno no ha sido como un huracán o un terremoto, cuyos daños se limitan a un área, la cual puede recibir el apoyo del resto del mundo.
Los países la han enfrentado como pueden y con recursos insuficientes. En un ambiente así, es sensato esperar que cada nación actúe de forma unida en busca de un objetivo común. Los gobernantes, entonces, aprovechan el momento para hacer llamados a la unidad, que suelen traducirse en la revitalización del viejo vicio de esperar que todo mundo haga lo que dicen, sin crítica.
Lo más complicado de lo anterior es que muchos ciudadanos, al parecer, están de acuerdo en que no hay lugar para la crítica en los momentos de crisis. Eso se debe a qué entendemos por criticar. La palabra tiene dos significados tan diferentes que parece inverosímil que se trate del mismo vocablo.
Está ese significado tan usado y abusado que sirve para referirnos al hecho de hablar mal de la gente o señalar algún defecto. Y está el otro significado, el principal, que es analizar algo, a partir de ciertos criterios.
Lo primero, entonces, hace referencia a hablar, mientras que lo segundo, a pensar. ¿Pensar en qué? Pues, en la verdad, bondad, justicia o conveniencia de algo. Y no puedo hacer lo anterior sin pensar en las pruebas que lo apoyan.
Los políticos, más que cualquier otro individuo de la sociedad, deben tener un pensamiento crítico; deben cuestionarse siempre si lo que saben es lo correcto o si sus acciones son las más adecuadas. No sólo eso, deben tener la capacidad para corregirse en el camino. El problema, como ya sabemos, es que no lo hacen, pero no sólo eso, les irrita que alguien más lo haga por ellos.
Así las cosas, talvez todos estamos de acuerdo en que la crítica es algo positivo y cualquier ciudadano de bien estaría dispuesto a ser crítico, pero no es el caso. Sí, hay mucha gente dispuesta a señalar errores o defectos de los políticos, pero el punto no es ese, sino la disposición a someter a escrutinio lo que dicen, en particular, lo que dicen los políticos que me agradan.
Los discursos políticos suelen estar llenos de argumentos falaces, pero esa es sólo la mitad del problema. Las audiencias están cargadas de enormes sesgos cognitivos. Los políticos mienten, pero la gente les cree, y lo hace porque dicen lo que quiere oír.
Las falacias son argumentos falsos con apariencia de verdad, mientras que los sesgos cognitivos son errores sistemáticos en la forma en que las audiencias procesan la información. Hay argumentos falaces que encajan muy bien con nuestros sesgos. Una falacia muy común entre los políticos es decir que algo está bien porque la mayoría de la gente lo apoya. Un sesgo cognitivo común entre la población es creer que algo es bueno solo por ser popular.
Entonces, hay una doble tarea: someter a escrutinio el discurso de los políticos, pero también los propios sesgos.
En tiempos de crisis, es fácil dejarse enmarañar por un discurso falaz dispuesto a calificar cualquier crítica como un atentado en contra de la causa común; y es igualmente fácil caer presa de los propios sesgos a favor o en contra de algo. No es fácil, pero hay que intentar mantener la mente clara y dispuesta a criticar. Claro, habrá quien diga que no es el momento, pero ¿cuándo lo es?.
La crítica siempre tendrá detractores, desde políticos a cantantes, quienes suelen mezclar los dos significados de la crítica para desacreditarlos por igual.
Y claro, nada tiene tanto rédito para las personas que están en el poder o en la palestra pública como silenciar las críticas. La frase “los que saben hacen, los demás critican” es solo una variante de la falacia de autoridad, según la cual la verdad reside en quien es una autoridad sobre un tema, y por lo tanto es la única apta para hablar u opinar.
Pues, no, no hace falta estar certificado para criticar, basta con tener la capacidad de dudar, y de hacer preguntas.