Rafael Lara-MartÃnez
Universidad del Ex-Silio
laramartinez.rafael@gmail.com
Desde Comala siempre…
(EN NEWS) —Desde una perspectiva poética, los términos cientÃficos cobran un giro radical. La filosofÃa define la sabidurÃa (sophos) del amigo (philos) a desglosar en seguida. Igualmente sucede con la referencia al pasado, la cual no la monopoliza la historia, ya que lo particular lo completa lo general.
Esta distinción se vincula con la rima que asocia el concepto mismo de poética al de ética. «No matarás»: «Honrarás a los Muertos».
La poética no habla de hechos precisos —siempre traducidos en palabras. A la vez, refiere axiomas, tal cual un mandamiento o un proyecto polÃtico a realizar.
Además, una confusión entre los datos y el formato le impone una rectilÃnea al reporte cientÃfico. Se imagina como estilo único de presentación, mientras la poética no sólo revela los fracasos de la experiencia.
Sin desdén, da cuenta de los experimentos fallidos de todo análisis cientÃfico y de las acciones polÃticas. También, la poética exige escribir en chispazos, cual estallido del morro. En erupción volcánica, actúa según un trayecto sesgado.
En esta complejidad, rememoro el legado ensayÃstico del amigo (philos), cuya escritura se dispersa en fragmentos encendidos de piedra. Su poética se esparce en fuga de estrella. La deuda con lo general la recaba de la literatura.
Luis Borja verifica la división paradójica entre la historia social y la artÃstica. Mientras la primera condena los actos dictatoriales del pasado, la segunda se arraiga en su legado cultural en alabanza.
Ausente hoy en dÃa, desde mayo de 1932, el «BoletÃn de la Biblioteca Nacional» declara cómo la censura de prensa militar convive con la apertura artÃstica a autores canonizados, emblemas del presente.
Por una unión de los opuestos, el hecho de la historia lo completa el cohecho de la poética. Al incluir a personalidades célebres como Pedro Geoffroy Rivas, Amparo Casamalhuapa, etc., la condena actual de la polÃtica martinista culmina en la celebración cultural del mismo régimen.
La izquierda intelectual cumple el postulado de «honrarás a tu padre y madre», asà como olvida la osamenta silenciosa: el «Umit» de Luis Borja. Los fundadores del canon cultural salvadoreño logran su cometido gracias al apoyo estatal. En plena democracia, este patrocinio ya no existe.
Para rematar, en historiografÃa desdeñada, las letras registran la larga dimensión de la violencia de género. Transcriben sÃmbolos arquetÃpicos del masculinismo.
La llamada ficción rescata una arista de lo social que la historia convencional considera tabú. Esta arista califica como sexualidad violenta en su disparidad de clase, género, etnia y raza. Basta leer «Agar o la venganza de la esclava» de Francisco Gavidia y «Otra más…» de Roberto Suárez Fiallos —publicados en el «BoletÃn de la Biblioteca Nacional», 1932— para certificar esta disparidad entre la historia y la poética.
Ambos relatos transcriben la relación dispar entre un hombre blanco poderoso con una mujer negra o indÃgena campesina.
Certifican el olvido de la historia convencional. Ese encuentro jerárquico sucede antes de acuñar el concepto jurÃdico de acoso sexual, hacia la década de los setenta del siglo pasado.
En este entronque entre la poética y la filosofÃa rindo homenaje al amigo (philos) Luis Borja. Asumo que la historia es un responso. En el discurso coral que los vivos elaboramos sobre la Muerte —po-Ética de la historia— siempre seleccionamos a quien honrar (poetas, artistas…), a quien condenar (militares…) y a quien olvidar (mujer afro-descendiente, objeto del deseo viril…).
Por mi parte, realzo el legado de quien fue mi estudiante, colega y amigo. Ofrezco un réquiem y epitafio fúnebre a su herencia en flor (Anthos).