¡Mamis trabajadoras, lo estamos haciendo bien!

Claro, también las mamis que se quedan en casa tienen una labor interminable, y el amor y cuidados incondicionales que les brindan a sus retoños, sólo el Cielo se los puede pagar.

Licda Verónica España, en colaboración para EN News

(EN NEWS) —«Te tocó una mamá que trabaja, te tocó extrañarme unas horas. A mi me tocó salir de casa con un nudo en el estómago y los ojos llorosos…». Esta es una pequeña parte de una bella reflexión que leí recientemente, reconociendo la labor de las mamis que trabajan (no en su hogar) y del esfuerzo que hacen al salir de casa. Porque no es fácil echar de menos, durante todas las horas laborales, a sus hijos; pero a la vez saben que es necesario este sacrificio para sacarlos adelante.

Claro, también las mamis que se quedan en casa tienen una labor interminable, y el amor y cuidados incondicionales que les brindan a sus retoños, solo el Cielo se los puede pagar.

Pero los contextos y realidades siempre son diferentes. Y lo cierto es que hoy en día, cada vez son más las madres que se suman al mundo laboral, para llevar el sustento a su hogar, a sus hijos. Brindar un poco de apoyo y entendimiento a estas mujeres nos engrandece como seres humanos.

Porque cuantas veces ellas han tenido que presentarse a trabajar muy temprano, sin descuidar ninguna de sus funciones, después de haber tenido una noche de desvelo al cuidar a uno de sus hijos que se enfermó. O en cuántas ocasiones habremos juzgado a alguna madre que sale corriendo cuando termina su jornada laboral, e ignoramos que lo hace porque la persona que cuida de su hijo pequeño debe irse.

Se que las mamis que salen de casa a trabajar, sin dejar el temor que es normal que a veces invada, aprenden a confiar en Dios de que sus hijos estarán bien. Pero una llamada, un mensaje para reconfirmar que no hay percances, reconforta y no interfiere en el ejercicio de su labor.

Esto las hace grandes trabajadoras, porque sin descuidar a su familia se desarrollan en su profesión o en las tareas asignadas. Los esfuerzos, aunque a veces pasen desapercibidos por los demás, siempre traen grandes satisfacciones personales. Eso no tiene precio.

Recuerdo a una compañera que siempre sacrificaba su hora de almuerzo por ir a traer a su nena al colegio, y llevarla a una guardería. Llegaba cansada, justo a tiempo al finalizar la hora de la comida y se ponía a trabajar. Su fortaleza era admirable, y con estos ejemplos entendemos que solo un hijo puede evitar que una mami se rinda.

Recientemente observé, un sábado, a una laboriosa mujer que se dedicaba a barrer los establecimientos de varios lugares de comida que se encuentran juntos. A cierta distancia la seguía una pequeña niña. Al terminar de asear esa área, la mujer tomó a la niña de la mano y se dirigió a otro sector: ¡a seguir trabajando!

No se necesita ser adivino para saber lo que pasaba. La señora trabajadora era la madre de la niña, no tuvo quien se la cuidara ese día y decidió llevarla con ella. Porque tampoco se podía dar el lujo de que no le pagaran ese día, y dejar a un niño solo o con alguien que no es de suma confianza resulta impensable.

Y es que no olvidemos que muchas de las mamis que trabajan, también son jefas de hogar; están solas, en el sentido que no tienen a un esposo que las apoye.

Aquí se comprende algo, que no hay que apostarle demasiado a la experiencia laboral, como a la disposición de trabajar que tiene una mujer que sabe que sus hijos solo dependen de ella.

A esto le agregamos, que más allá de los títulos o triunfos que una mujer pueda tener, el ser madre es el mayor premio que nos da la vida. Y no hay nada como sentir el calor del abrazo de un hijo y la dulzura de sus besos, después de pasar horas extrañándolo…¡todo sea por forjarle un buen futuro!

Se que se han alcanzado objetivos y se siguen dando pasos firmes para reconocer a las madres trabajadoras: como los meses de licencia que se les otorga a las progenitoras, para que atiendan cien por ciento al bebé recién nacido; y después el tiempo que se brinda para amamantarlo.

Los programas para la niñez y los lugares de cuido, que cada vez son más, se convierten en grandes aportes para las mujeres que, con entereza, crían y educan a sus niños.

Pero ¿qué pasa con los demás miembros de la sociedad? , y más aún, ¿con los compañeros de una madre trabajadora? Solo puedo decir que la empatía y la solidaridad son virtudes esenciales para crear un mundo mejor. No hay que permitir que el amor al prójimo se nos enfríe, Dios nos lo dice en su Palabra.

Todas las madres son dignas de admiración y de todos los honores, sin importar una fecha específica; o si trabajan dentro de su hogar o no.

Sin embargo, a la mayoría de madres que conozco les ha tocado trabajar fuera de casa. Entonces, no olvidemos que unidas somos invencibles, y que nuestra lucha va plasmada del amor y paz que nos transmiten nuestros hijos.

Sólo tomemos un respiro y sigamos adelante con pie firme, sin desmayar. ¡Dios jamás nos abandonará!

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