JÓVENES Y VÍRGENES
Dra. Margarita Mendoza Burgos en colaboración para EN News
Por estos días, cuando en las noticias reflota el caso del príncipe Andrés de Inglaterra y la denuncia de abuso sexual por parte de una menor edad, surge otra vez el tema de la peligrosa atracción que genera en los hombres mayores por las jovencitas.
Un magnetismo, como en este caso, que puede derivar en un delito. Un cuerpo joven, combinado con cierta dosis de ingenuidad, suele ser una tentación demasiado grande…
Habrá que decir, antes que nada, que eso no es algo exclusivo de los hombres, que también se da -aunque en menor medida- con las mujeres.
Quizás la diferencia es que en las mujeres su parte racional y el envejecimiento corporal -que llega más pronto que el de ellos- las retiene de lanzarse a aventuras en las que es el dinero, y no las cualidades físicas, lo que hará más atractivo a alguien del sexo masculino.
Es cierto que también puede seducir la parte intelectual, pero hay que reconocer que para vivir un amor más completo y complejo no basta simplemente con eso último.
Para algunos hombres tener relaciones con una menor de edad y más aún si es virgen, tiene un sabor único: es degustar de la fruta prohibida. De hecho, la virginidad siempre tuvo un significado singular desde las épocas más antiguas.
Esto consta en los libros más sagrados como La Biblia o El Corán. Siempre se ha considerado a la virginidad femenina como algo especial, indiscutiblemente un signo de pureza. Todo lo contrario con los hombres, donde parecería que perderla en su pubertad es sinónimo de masculinidad.
A las vírgenes se les enseña a mantener esa condición todo el tiempo posible -idealmente hasta después del matrimonio- porque se le considera como lo más preciado de una mujer.
En muchos casos, incluso se llega al grado de ofrecerlo como un atributo y por ende muchos hombres buscan ser el primero de toda mujer que se les cruza enfrente, esto sin importar su condición, su mente y muchas veces ni su higiene ni procedencia, y mucho más cuando se trata de hombres casados en busca de una presa.
Últimamente la virginidad femenina se cotiza alto y hay gente que negocia con eso. En el año 2017, una rumana de 18 años se hizo famosa a nivel mundial por subastar su virginidad por 2.3 millones de euros. Sin llegar a esa cifra de escándalo, hay portales de internet situados en Europa que ofrecen ese tipo de servicios.
Si hay oferta es porque hay demanda… Definitivamente muchos hombres se sienten más machos, gallos en su gallinero o perros en celo. Por desgracia, en esta competencia por desflorar vírgenes también lastiman a muchas jóvenes que sienten luego que nada valen si las abandonan después del acto sexual.
En esa búsqueda por la virginidad, tampoco faltan las que lo fingen con unas cuantas gotas de líquido rojo, y a veces pueden engañar con facilidad sobre todo si “el gallito” está pasado de alcohol.
Hay casos, probablemente los más graves, donde los padres de las niñas vírgenes son cómplices de esta situación. Puede ser porque ellos mismos, por más aberrante que parezca, terminan siendo los primeros hombres de sus niñas. O, igualmente indignante, porque las ofrecen como moneda de cambio para obtener beneficios, ya sea a su patrón o a otros “clientes”.
Esto empieza a ser cada vez más común, incluso al grado de que aun los hijos varones “son vendidos” a los tratantes de blancas. Estos casos se dan en los países pobres e infradesarrollados, donde se comercian jóvenes ya sea para la prostitución, la venta de droga y hasta la venta de órganos.
La visibilidad del caso del príncipe Andrés, como también lo fue el caso del abusador sexual Jeffrey Epstein -hay una serie sobre él en Netflix-, deben de servir de lección para la sociedad.
Ayudará, sin duda, a demostrar que nadie es impune y da más temor de ser descubiertos. Pero el proceso es lento, y a pesar de todo muchos siguen considerando esos abusos sexuales como pecados veniales, pasatiempos ligeros que no merecen mayor condena.