Historia de amor y lucha contra el cáncer
Licda. Verónica España en colaboración para EN News
En el patio de una casa que mezclaba el toque del pueblo con comodidades de la ciudad, se ubicaba una enorme pila en la que una pequeña niña se bañaba siempre a “guacalada limpia” con su abuelita.
Quizás cuando la nena tenía unos 8 años, le preguntó algo a su abuelita, en medio de ese refrescante tiempo del baño, algo que siempre le había notado y que le parecía hasta normal.
¿Cuándo le nacerá la otra chichita? Le cuestionó la niña a la abuelita, pues en el lado izquierdo del pecho, la mujer tenía una enorme cicatriz desde el hombro hasta casi las costillas, y precisamente a ese lado le faltaba su pecho.
La abuela, con total naturalidad, fuerte y sonriente tal como era, le explicó a la niña que ahí ya no le iba nacer nada, por una enfermedad llamada cáncer.
A la niña esa palabra “cancer” le pareció un monstruo al saber lo que puede causar en una persona. ¿Como puede arrancarle algo así a alguien, una parte de su cuerpo? Se cuestionó una y otra vez, mientras crecía.
El impacto de la niña al saber de esa enfermedad se mezcló con vagos recuerdos, de que su abuelita había estado en cama, tiempo atrás. Se recordó que escuchó sobre una operación a su abuela (a quien también le decía mamá) y de un tratamiento que vendría después.
Entendió que en ese período le descubrieron el cáncer. Pero después de su recuperación, la abuela retomó su vida normal: atender a sus nietas con diligencia y amor, ocuparse de su baño en la pila y preparar mangos y gelatinas, como postre, para después del almuerzo.
La abuela, en verdad, era una mujer completa. La nena de esta historia, quien soy yo, nunca ha conocido a una mujer tan admirable y fuerte como ella. Con humor y positivismo, tomaba los tratamientos posteriores a su operación. Nunca se quejó, ni lamentó y se rehusaba a usar una prótesis que le dieron en el hospital donde le realizaron el tratamiento.
Ella, mi abuelita, falleció hace más de 20 años, y no por el cáncer. Un infarto repentino se la llevó al Cielo que se había ganado en la tierra.
Y aunque ella fue sobreviviente del cáncer, se que se lo descubrieron en una etapa avanzada, por eso el tratamiento fue agresivo. Y el mensaje viene a reiterar lo mismo: la detección temprana.
Esa es la historia más cercana de cáncer que a mi me ha tocado ver, mi amorosa mamá Reyna lo sufrió como una guerrera, y puedo decir que lo venció.
Son admirables las mujeres que luchan contra el cáncer, sin conocerlas a todas, tienen mi cariño y admiración, por siempre.
Hoy, 19 de octubre, que es el Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mama, sólo puedo decir que nos cuidemos, que nos apoyemos, que siempre prevalezca la empatía para quienes luchan contra la enfermedad.
Que ese lazo rosa que significa que estamos en unión para vencer la enfermedad, también nos haga renacer en nuestro interior la solidaridad.
Que ese color rosa lo mantengamos vivo en nuestro ser, para llenarnos de ternura todos los días del año y así poder ser un poco el bálsamo para quienes sufren.