El patrimonio aeronáutico de El Salvador
(EN NEWS) – Durante la conquista del espacio muchos países quisieron llevarse el privilegio de ser los primeros, dentro de esos destaca El Salvador y se reconocen experimentos de aviación realizados por varios salvadoreños en el siglo XIX.
Según registros históricos, el primer intento de vuelo se realizó en Santiago de María, Usulután, en 1790, cuando un grupo de personas se colocaron alas gigantescas hechas de palma y lograron saltar desde una colina a una planicie, entre las personas se destaca el nombre de Pedro Claros.
Otros dos sucesos que han marcado a la aviación salvadoreña ocurren entre 1803 y 1810. Fue Pedro Alfonso Ramos quien construyó un rudimentario aparato volador y se lanzó desde las antiguas torres de la iglesia del barrio de San Jacinto, en San Salvador.
“Después de varios años de estudio y pruebas, un domingo por la tarde del año de 1809 se realizó el primer vuelo, permaneciendo en el aire alrededor de dos minutos, haciendo un espectacular aterrizaje en la copa de un árbol”, indican los datos históricos.
Esta hazaña fue repetida muchas veces y siempre durante el día domingo porque Alfonso Ramos pensaba que esta era una forma de agradar a los vecinos de ese populoso barrio capitalino y, por otro lado, le llenaba de satisfacción saber que era admirado por el público, detalla la Reseña Histórica del Aeropuerto Internacional de Ilopango.
Domingo Antonio Lara fue el siguiente en intentar volar. En 1810 efectuó su primer vuelo, despegó desde una de las antiguas lomas de Candelaria, pero no alcanzó a llegar a la iglesia del barrio de San Jacinto ya que una ráfaga de viento dobló una de las alas del planeador y se precipitó a tierra en la zona donde se encuentra el ex Zoológico Nacional, en el barrio Modelo. Dado estos acontecimientos y por ruegos de su esposa abandonó la idea de volar.
Entre este suceso, se menciona que algunos historiadores atribuyen estos mismos hechos a José Domingo de Lara, cura párroco de la iglesia de San Jacinto.
En el siglo XX la aviación da sus primeros pasos firmes. El 17 de diciembre de 1903 los hermanos Wright logran volar por primera vez con un aparato aviador.
A partir de ese momento, el desarrollo de la aviación fue progresivo y es así como nueve años después se observó el primer avión en cielo salvadoreño.
El 20 de marzo de 1923 el presidente de la república, Alfonso Quiñónez Molina, con solo veinte días en el cargo y consciente de la importancia que tendría la aviación en el desarrollo del país, decretó la creación de la “Flotilla Aérea Salvadoreña” (FAS), la cual posteriormente se convirtió en la Fuerza Aérea Salvadoreña (FAS).
Los primeros vuelos aéreos se desarrollaron en el antiguo Campo de Marte (hoy Parque Infantil), sin embargo, no reunía las condiciones necesarias para el aterrizaje.
Con la creación de la Sección de Aviación fue necesaria la construcción de un aeródromo más grande que tuviera todas las condiciones para el uso de las naves militares y se optó por un terreno en el municipio de Ilopango.
“El Aeropuerto Internacional de Ilopango fue creado debido a las necesidades que se tuvieron en la época de 1942, cuando Correos empezó a traer mercadería de otros países vía aérea. La misma necesidad del país hizo que se creara el Aeropuerto Internacional de Comalapa”, explica uno de los miembros de la FAS.
De aeropuerto a museo
Cuando todas las operaciones se comenzaron a realizar en el aeropuerto internacional de Comalapa, las instalaciones del Aeropuerto de Ilopango pasaron a segundo plano; pero siguen funcionando para la aeronáutica civil y la FAS. Fue así como en el 2001 se crea en ese lugar el Museo de Aviación Salvadoreña.
Este museo es considerado Patrimonio Cultural de El Salvador. Entre sus atractivos se encuentran pinturas con temática aeronáutica, modelos de aviones y helicópteros a escalas, además de 12 salas llenas de historia y curiosidades.
También posee una interesante colección que incluye aeronaves de combate, transporte y entrenamiento, así como helicópteros de gran significado para el conjunto histórico nacional los cuales se mantienen intactos independientemente de la época que prestaron servicio.