Redacción: Francisco Sura
(EN News ) —La persistente alza en los precios de los alimentos en El Salvador ha dejado a la población sin alivio, a pesar de la baja registrada en el Índice de Precios al Consumidor (IPC), que alcanzó un 2.66% en octubre. Este fenómeno contrasta con la realidad palpable en mercados y supermercados, donde cada compra básica se traduce en un golpe al bolsillo.
Según datos del Banco Central de Reserva (BCR) hasta septiembre de 2023, una familia urbana de cuatro miembros gastaba un promedio casi $260 en canasta básica, mientras que en zonas rurales el desembolso es de poco más de $192. Estos números reflejan un gasto diario de $8.58 y $6.40 respectivamente, poniendo de relieve la difícil situación para aquellos cuyos ingresos apenas alcanzan el salario mínimo.
La revisión del costo de la canasta básica urbana revela un incremento de $12.58 en solo nueve meses, alcanzando un precio promedio de $257.60 en septiembre de 2023. Mientras tanto, la canasta básica rural experimentó un aumento de $7.01, situándose en $192.27 en el mismo período.
Según ONGs, estos incrementos afectan especialmente a las familias más vulnerables, ya que los salarios mínimos para sectores como la agricultura ($243.46) y el comercio, servicios e industria ($365) resultan insuficientes para cubrir los costos básicos de alimentación.
A pesar de la baja en el IPC, la inflación en alimentos se mantiene elevada, registrando un 5.91% en octubre, más del doble de la medición total. Este escenario desafiante se evidencia en el informe del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), que señala fuertes alzas en los precios de granos básicos a lo largo del año.
Expertos en Economía dicen que la lucha diaria de los consumidores para mantener una alimentación adecuada destaca la urgencia de abordar la inflación alimentaria en El Salvador, una problemática que persiste a pesar de los indicadores generales de fuentes oficiales.
