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Maracaibo, la capital petrolera símbolo de la decadencia de Venezuela

Redacción: Alejandro Martínez

(ENNews) – Una pátina negra de petróleo sobre aguas color té verde salpicadas de gotas de gasolina: no es una obra de arte abstracto, sino la triste realidad del Lago de Maracaibo, el mayor de América del Sur y símbolo del vertiginoso declive de Venezuela.

Maracaibo fue la próspera capital petrolera de Venezuela, pero hoy es una ciudad muy golpeada por la crisis: los apagones son diarios, el combustible escasea y su población se vio forzada a partir. La ciudad simboliza el deterioro que da contexto a las presidenciales del 28 de julio, en las que el izquierdista Nicolás Maduro buscará la reelección frente al opositor Edmundo González Urrutia, representante de la líder inhabilitada María Corina Machado.

Las orillas del lago están negras. Las botas de caucho están manchadas de petróleo, las camisetas bañadas en sudor. En el agobiante calor, los pescadores retiran con una pala el crudo pegajoso que se acumula en la orilla y dificulta su actividad. Es un trabajo de hormiga.

«No queremos que se nos acabe el lago. Lloramos, sufrimos con lo que está sucediendo», dice Yordi Vicuña, pescador de 34 años, al contar que la pesca se ha reducido de forma dramática y que continuamente deben reemplazar los cordeles y las redes. que el petróleo daña.

Los expertos consideran que el colapso de la industria petrolera, sometida a sanciones de Estados Unidos desde 2019, comenzó mucho antes y responde a la mala gestión y la corrupción en PDVSA. La contaminación permanente es uno de los daños colaterales.

«Un día sin comer»

En Cabimas, sobre la costa oriental del Lago, solo unos pocos balancines están en funcionamiento. Decenas de pequeños hoteles y restaurantes lucen abandonados y dan al lugar la apariencia de un pueblo fantasma.

Cercana a la refinería Bajo Grande, la playa Puyuyo también se muestra negra de petróleo.

«Aquí venían familias de todas partes, a visitar, a comer pescado y sancocho, a bañarse también. Pero ahora, con allá abajo más de 30 centímetros de espesor de petróleo, nadie viene», cuenta Guillermo Albéniz Cano, de 64 años, quien sobrevive en base al trueque.

Fuente: Agencias

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