El cuerpo social
Por: Rodrigo Barba para ENNews
El mejor modo de evaluar la salud de un humano es por la ausencia de dolor. El cuerpo, cuando está saludable, no duele, por el contrario, funciona, se mueve, hace cosas increíbles, basta con pensar en deportistas, cantantes, científicos que usan su potencial para lograr proezas.
Asimismo, el cuerpo social de una nación o región cuando está sano es capaz de dar saltos civilizatorios, pero cuando está enfermo, sus síntomas son evidentes: hay dolor, hay miedo, se despiertan los sistemas de alerta, la población expresa su descontento.
En muchos países, los políticos intentan sanar las heridas y malestares de la sociedad con nuevas orientaciones, incentivos y soluciones a los problemas más acuciantes.
En otros países, los políticos se esmeran en silenciar los síntomas, diseñan campañas publicitarias para desviar la atención, usan cortinas de humo, llevan a cabo acciones represivas, persiguen y encarcelan opositores y luchadores sociales con tal de no visibilizar los síntomas que han enfermado al cuerpo social.
Podemos imaginar las guerras internas de los países como el sistema inmunológico combatiendo contra células malignas, virus, bacterias y hongos que no le permiten sanar. El cuerpo social es capaz de sanarse a sí mismo, aunque en ocasiones es necesaria la irrupción de otras entidades que lleven a cabo intervenciones quirúrgicas, que introduzcan terapéuticas o que aniquilen las células enfermas.
No siempre resulta beneficiosa la intervención externa, porque puede que se inauguran prácticas de dominación o de invasión o de esclavitud que el cuerpo social no desea.
Esta analogía simplifica la comprensión de lo que ha venido sucediendo en las naciones de América Latina, África, el sur de Asia y en las islas del océano Índico, la invasión de naciones extranjeras que terminan sometiendo a los distintos cuerpos sociales para extraer sus recursos y su fuerza de trabajo.
Esto significa que muchas naciones tienen su cuerpo social enfermo, a eso hay que agregarle los sistemas de manipulación ideológica que adormecen la mente y cercenan el espíritu de lucha de la población.
Un cuerpo encadenado, torturado y controlado psicológicamente solo puede obedecer a su amo antes de liberarse. La enfermedad y los males no se van por sí solos, hay que cambiar hábitos nocivos, tradiciones enquistadas en la cultura y gobernantes que sirven de títeres, ya sea de las células malignas o de las entidades intervencionistas.
Debemos reconsiderar la cosmovisión imperante en el cuerpo social que se habita, debemos crear anticuerpos frente a la invasión de toxinas. La mente es parte fundamental del despliegue de las enfermedades o de su cura.
Un cuerpo social sano no sufre, no duele, no se autoengaña. Las naciones oprimidas deben sanar sus males para proyectarse hacia el futuro. La salud no es un privilegio, es una necesidad básica.
El despertar de consciencia es el primer paso, el resto viene por añadidura.
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