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Trump no descarta invocar Ley de Insurrección para contener protestas en Los Ángeles

Redacción : Oscar Cruz 

(ENNews)—Durante una reunión con periodistas en la Oficina Oval, el presidente Donald Trump dejó abierta la posibilidad de invocar uno de los poderes de emergencia más extremos contemplados en la legislación estadounidense: la Ley de Insurrección. 

Esta medida permitiría al mandatario desplegar fuerzas militares en territorio nacional para contener protestas civiles, como las que se han intensificado en los últimos días en Los Ángeles, California, contra las redadas migratorias.

Trump declaró que consideraría utilizar dicha ley si la situación continúa deteriorándose: “Si hay una insurrección, sin duda la invocaría. Ya veremos. Pero les puedo decir que anoche fue terrible. La noche anterior también fue terrible”, dijo el presidente, refiriéndose a los disturbios registrados recientemente en la ciudad angelina. Además, añadió que ciertas zonas de Los Ángeles “podrían haber sido insurrecciones”, dejando entrever que, en su criterio, la magnitud del desorden podría justificar el uso del Ejército.

Promulgada originalmente en 1807, la Ley de Insurrección es una herramienta legal que faculta al presidente a utilizar fuerzas militares para sofocar rebeliones, actos de violencia interna o resistencia abierta a las leyes federales. Aunque comúnmente se la conoce como “Ley de Insurrección de 1807”, en realidad comprende un conjunto de estatutos promulgados por el Congreso entre 1792 y 1871, lo que la convierte en una de las normativas de emergencia más amplias y controvertidas en la historia legal estadounidense.

El epicentro de la tensión actual es Los Ángeles, que este martes ingresó en su quinto día consecutivo de disturbios. Las manifestaciones, inicialmente pacíficas, surgieron como respuesta a las redadas migratorias del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE), pero pronto derivaron en enfrentamientos con la Policía, vandalismo, incendios de vehículos y centenares de arrestos.

En respuesta, Trump ordenó el despliegue inmediato de 2.000 efectivos de la Guardia Nacional, además de 700 infantes de Marina, sin solicitar autorización previa al gobernador de California, Gavin Newsom. Esta acción representa un hecho sin precedentes en más de seis décadas, y ha sido duramente criticada tanto por autoridades locales como por organizaciones de derechos civiles, que acusan al presidente de escalar innecesariamente el conflicto.

“No me preocupa”, dijo Trump cuando se le preguntó si temía una escalada mayor del conflicto tras la militarización de la ciudad. “Está bien”, zanjó el mandatario, restando importancia a las críticas que ha recibido su decisión.

El despliegue de tropas, según datos divulgados por el Pentágono, tendrá un costo estimado de 134 millones de dólares. Esta cifra cubre los gastos de transporte, alimentación, alojamiento y operaciones durante un período de hasta 60 días. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien compareció este martes ante un comité del Congreso, defendió la medida argumentando que la situación se asemeja a “una invasión, una rebelión y una insurrección”.

“A mí me parecen las tres”, afirmó Hegseth. “Si tienes millones de inmigrantes ilegales de los que no sabes de dónde vienen, ondeando banderas extranjeras y agrediendo a agentes de Policía, eso es un problema”.

La tensión entre Trump y el gobernador Newsom también salió a relucir. El presidente reveló que habló recientemente con el mandatario californiano para pedirle que “hiciera un mejor trabajo”. La relación entre ambos ha sido históricamente tirante, y esta nueva crisis parece profundizar aún más las divisiones entre el gobierno federal y las autoridades estatales de California.

Mientras tanto, Los Ángeles permanece en estado de alerta. La presencia militar en las calles, el endurecimiento de las tácticas policiales y la posibilidad de invocar la Ley de Insurrección han encendido el debate nacional sobre los límites del poder presidencial, el uso de la fuerza contra ciudadanos y los derechos civiles en un contexto de creciente polarización política.

A medida que los acontecimientos se desarrollan, queda en el aire una pregunta crucial: ¿hasta qué punto está dispuesto el presidente a usar la fuerza militar para sofocar el descontento civil? La respuesta podría marcar un precedente decisivo en la historia contemporánea de Estados Unidos.

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