DE TAL PADRE, TALES HIJOS
David Vargas, Pepe para los amigos, es el referente del voleibol de playa salvadoreño. Antes lo fue su hermano Rafael, el popular Tribilín. Y más temprano que tarde, Cristian y Gabriel, los hijos de David, podrían heredar el trono.
(EN NEWS) Pero antes, Cristian y Gabriel tendrán que derrotar a su papá. O jugar con él. El abanico de opciones está abierto. Y comenzó a abrirse hace un par de semanas, cuando los hijos de Pepe decidieron formar dupla y disputar un torneo playero en la Federación Salvadoreña de Voleibol. La competencia, si bien es cierto, no otorgaba puntos para el ranking nacional, permitió vislumbrar lo que puede venir para el voleibol de playa salvadoreño.
De voleibol siempre se ha hablado en la familia Vargas. Todo comenzó con Rafa, quien junto a German Calderón y luego junto a Jeovanny Medrano, marcó historia en el voleibol de playa centroamericano y de NORCECA (Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Voleibol).
Posteriormente, Pepe, haciendo dupla con el mismo Medrano y luego con Tato Talavera, llegó a jugar, incluso, un mundial de vóley playero. Pero por azares de la vida, ahora Tato dejó la arena y Pepe está en la búsqueda de pareja de juego.
Durante la cuarentena sanitaria que vivió nuestro país, a menudo se observó en las redes sociales de Pepe el trabajo duro que desarrolló en casa junto a Gabriel, su hijo menor de 16 años, pero ya con 1.84 metros de estatura. Y ahí no había parentesco que valiera, ya que Pepe le exigía a su retoño como lo haría con cualquier otro compañero de juego, o con alguno de sus alumnos en las diversas instancias en donde ha enseñado la práctica de esta disciplina deportiva.
“Reconozco que a veces se me pasa la mano con Gabriel. Soy, quizás, como el entrenador tóxico”, dice entre risas Pepe. “Pero los que son papás me comprenderán, porque solo quiero lo mejor para mi hijo, quiero que no cometa los errores que cometí. Sé del potencial que tiene Gabriel”.
Ese potencial David lo vio en sus hijos desde pequeños. “Siempre decía que Cristian y Gabriel jugarían juntos. Que Cristian iba a defender y que Gabriel iba a atacar”. Y es que Cristian, de 22 años, es más bajito que su hermano menor. Pero no menos talentoso, ya que ha sido pasador de varias selecciones nacionales juveniles de sala e incluso, de la mayor.
“Yo siempre he dicho que Tribi y Cristian tienen el toque mágico. Y que Gabriel y yo tenemos que trabajar duro para poder lograr algo”, se sincera Pepe.
El torneo que se disputó hace un par de semanas lo iba a jugar Pepe junto a Gabriel. Ya antes habían disputado otro torneo juntos y, en palabras del progenitor, su hijo menor lo había hecho muy bien. “Se comportó a la altura”, recuerda el orgulloso padre.
Sin embargo, Gabriel desistió de volver a jugar con su padre sobre la última hora, ya que Cristian, su hermano mayor, estaría en el país para esos días y quería disputar esta competición a su lado.
Cristian vive desde hace un tiempo en Guatemala, con su mamá. Allá estudia Teología, en Chimaltenango. Y aunque reconoce que sigue enamorado del voleibol, y que espera volver al país para seguir jugando, en este momento no es su prioridad.
“He logrado salir adelante gracias a mi fe en Cristo. Y eso es algo que le agradezco a mi papá. Él me inculcó la fe en Dios. Podemos tener muchas diferencias con mi papá, porque me tuvo cuando era un jovencito y no hay un manual para ser papá, pero hemos logrado salir adelante por la misericordia de Dios.
Quisiera volver a El Salvador y dedicarme un año por completo al voleibol. Y quizás enfocarme en el voleibol de playa y jugar con mi hermano Gabriel”, dice Cristian, con 22 años a sus espaldas.
Pero mientras Cristian vuelve a El Salvador, Pepe no descarta jugar con Gabriel de manera formal y oficial. Incluso, en eventos internacionales. “Tengo otras opciones (de pareja de juego), pero mi hijo ha demostrado calidad y carácter. Podríamos incluso hasta jugar una fecha de NORCECA juntos. Hay que trabajar esa posibilidad, hay que entrenar mucho”, reitera.