¡Un clamor para terminar con la violencia hacia la niñez!
Una noticia de México cayó en mis manos a inicios de esta semana, la cual me conmovió hasta las lágrimas. Y me sigue doliendo, me indigna.
Una pequeñita de apenas 7 años fue raptada cuando esperaba que la llegaran a recoger afuera de su centro de estudios. Fátima, la niña, en su inocencia se fue con una mujer quien al parecer le dijo que la llevaría su casa. Luego, la chiquita apareció sin vida con señales de tortura.
Y no basta con decirle a nuestros niños no te vayas con desconocidos. Siempre hay personas inescrupulosas que los pueden manipular o llevárselos a la fuerza. El papel de los adultos es protegerlos, resguardarlos, no exponerlos al peligro.
El lamentable caso de Fátima, en donde la sacaron del colegio porque no llegaron a recogerla a la hora señalada, no es distante a nuestra realidad. Precisamente esta semana, en nuestro país, una maestra le decía a una madre que si no recogía a su pequeña hija a tiempo, “la niña se quedaría afuera porque cierran el colegio”. La progenitora le había explicado que por su trabajo, quizá llegaría con 10 minutos de retraso.
En un primer momento, a la madre hasta le pareció “cortés” la forma en que le explicaron esto, pues la profesora terminó diciendo “y hay que ver la seguridad de la niña”. Pero después la mujer reflexionó y se cuestionó preocupada, como es posible que por cumplir una regla del colegio se exponga a una situación de riesgo a un ser indefenso como un niño o niña.
Considero que bajo ninguna justificante se debe dejar a un pequeñito en la calle. Sé que todos los papis o mamis queremos ir a traer a nuestros hijos a tiempo, pero hay que tomar en cuenta que, muchas veces, las cargas laborales son fuertes y el tráfico tiende a volverse más pesado, a ciertas horas del día.
Obviamente, cada centro de estudios tiene sus propios reglamentos, pero esto nos hace pensar que si bien los padres y los alumnos nos sometemos a las reglas, estas no deben derivar en una medida extrema que ponga en tela de juicio todas las leyes de protección a la niñez. Además, ¿dónde queda la generosidad y el amor al prójimo?
Pienso que un centro de estudios no se vuelve estricto por cumplir este tipo de medidas, una institución se vuelve ejemplar cuando tiene un alto sentido de la justicia y comprende fielmente lo que significa proteger a la niñez.
Cada padre o madre escoge donde matricular a sus niños. Claro, siempre hay errores, solo hay que rectificarlos a tiempo para no pagarlos caro. En este caso salvadoreño, la madre en mención, ocupó la mejor arma pacífica con que cuenta el ser humano: la palabra. Ella dialogó con las autoridades escolares y se encontró una solución que no tiene nada que ver con dejar a la niña en la calle, sino se le recoge a tiempo.
Fátima, la niña de México, no corrió con la misma suerte. Apenas había cumplido 7 años en enero y siempre esperaba a su madre a la salida de clases. Al ver su foto, su carita inocente, su sonrisa, no alcanzo a comprender como un “ser humano” puede ejercer tanta crueldad contra una chiquita.
Ahora solo toca esperar que se haga pronta justicia. Aunque las últimas investigaciones han identificado a la mujer que se la llevo, quien supuestamente era conocida de la menor y el director del centro de estudios fue separado de su cargo…nada, nada, devolverá la vida a Fátima.
Solo espero que este caso siga siendo divulgado, no para fomentar el morbo o para decir “afortunadamente no fue mi niña”, sino para asumir un rol responsable con la niñez en general, seamos padres o no, seamos educadores o no. Abonemos un poco para que ya no existan más “Fátimas” que llorar. Con mucho respeto, espero que cada centro de estudios reflexione sobre esta situación.
Y nosotros, los ciudadanos comunes, no nos volvamos indiferentes al ver a un niño solo en la calle, dejemos que brille la empatía: ese valor, esa cualidad que nos permite ponernos en los zapatos de los demás y que nos engrandece como seres humanos.
Para finalizar, solo puedo decir: ¡Descansa en paz, querida Fátima! Sé que estás en un paraíso donde ya no hay más lágrimas ni dolor. Con tu dulzura marcaste para siempre la vida de los que te conocimos, aún solo por foto, aún a través de tu historia. Gracias y abrazos hasta el Cielo, niña bella.