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Pandemia del Covid-19 pone en aprietos el Statu Quo

Lo que debe interesarnos a todos es que el país mejore dicho manejo, y no simplemente destruir por razones políticas las cosas positivas que se han hecho, independientemente de si estamos o no de acuerdo con el Presidente de la República, de lo que se trata es de salvar vidas, y mitigar los efectos perniciosos de la pandemia sobre la población.

Dr. Rafael Gómez Escoto, Escuela de Física UES y colaborador de EN News

(EN News) En muy pocos días hemos observado dramáticos cambios en el mundo entero, que van desde las medidas de distanciamiento social a través de cuarentenas nacionales, cierre de fronteras y aeropuertos, hasta graves limitaciones a la libertad de movilización y estados de sitio. Todas estas medidas establecidas con fines sanitarios para frenar la evolución de la pandemia, están provocando graves efectos económicos, sociales y geopolíticos, al punto de plantearse seriamente la posibilidad de un colapso del orden económico mundial.

Como nunca en las últimas décadas, estamos ante una situación que va más rápido que cualquier posibilidad de reflexión, planificación o acción, de cualquier gobierno.

En el contexto nacional, a pesar de algunos errores cometidos en el manejo de la crisis, no es posible dejar de felicitar al gobierno por sus aciertos, hasta ahora, en la contención de la pandemia.

Es evidente que el virus está dejando al descubierto la precariedad de nuestro Sistema de Salud: un modelo de prestación de servicios de salud, curativo y no preventivo, asistencialista, fragmentado y de tipo neoliberal, que no es capaz de satisfacer las necesidades de salud fundamentales de la población.

El acceso a salud de calidad en nuestro país, depende de la capacidad adquisitiva de la gente.

El distanciamiento social y la cuarentena de los casos sospechosos, son claramente estrategias necesarias para “aplanar” la curva teórica de infectación por el virus; esto con el fin de aliviar el previsible colapso del sistema de salud para atender a los enfermos, incluso los más graves, los que requerirán cuidados intensivos con respiradores artificiales.

Sin embargo los modelos indican que aplanar la curva implica mantener y hasta endurecer estas medidas por mucho más tiempo, con sus consecuentes efectos socio-económicos.

Difícilmente un país como el nuestro podría mantenerse en cuarentena por más de dos meses.

El colapso económico no se hará esperar, y a pesar de la ayuda del gobierno, el hambre obligará a gran parte de la población a romper la cuarentena, cambiando con ello el escenario de la pandemia, y pasando rápidamente a escenarios más críticos de una alta infectación entre la población.

Fácilmente podríamos llegar a tener hasta un 25% de la población infectada en el pico más alto de la curva, según los cálculos más conservadores.

En consecuencia toca ser creativos y prepararse para lo peor, pero confiando que como nación seremos capaces de hacer lo mejor para sobrellevar la crisis.

Es necesario organizarnos en una especie de economía de guerra, atendiendo las indicaciones de las autoridades, invocando el espíritu solidario de los salvadoreños, la cooperación decidida del sector empresarial, y la reorganización de las actividades empresariales y gubernamentales, para mantener las cadenas de aprovisionamientos de alimentos, medicamentos y otros insumos básicos.

Es necesario mantener los salarios de empleados públicos y privados, y en la medida de lo posible, organizar el trabajo para que la gente labore desde su casa.

¿Cómo será el mundo cuando salgamos de la cuarentena y el coronavirus esté controlado?

La pandemia, como cualquier evento extremo, nos obliga a pensar no solo en el virus, también nos debería obligar a interpretar todo el contexto. Los efectos económicos, sociales y geopolíticos que ya está teniendo la crisis sanitaria desatada por el coronavirus COVID-19, ponen de manifiesto las grandes desigualdades entre países y grupos sociales, y nos plantean seriamente la configuración de una grave crisis del actual modelo de desarrollo, a nivel global.

El mundo entero, y sobre todos los países pobres y subdesarrollados como el nuestro, están obligados a repensar la forma en que vivimos en sociedad.

La pandemia no solo ha develado nuestras graves vulnerabilidades, también ha esclarecido el efecto destructivo que nuestra sola presencia le hace al planeta y la naturaleza en general.

Con las cuarentenas en naciones enteras, el distanciamiento social, y la reducción de las emisiones de vehículos y fábricas, está disminuyendo dramáticamente la contaminación atmosférica global, y la naturaleza en general está dando un respiro.

Sin considerar teorías apocalípticas o conspirativas, parece claro que emergeremos a un mundo diferente, en el cual habrá que repensar en nuestro orden socio-económico, y la forma en que hacemos las cosas.

Es la oportunidad para transformar el sistema económico y político hacia una sociedad más humana y solidaria. El sistema educativo debe experimentar una reforma profunda, hacia la calidad y el acceso a la educación de todos los ciudadanos, con énfasis en la formación en valores y la capacidad de aprender a aprender y adaptarse a nuevos entornos.

El aula tradicional con maestros dictando clases magistrales tenderá a cambiar drásticamente.

La flexibilidad que ofrecen las nuevas tecnologías crecerá en importancia en el ámbito educativo. Algunas de las profesiones tradicionales actuales tenderán a ser sustituidas por otras relacionadas con las ciencias naturales, la estadística, la computación y la inteligencia artificial.

Las interrelaciones comerciales y de servicios se verán dramáticamente modificadas.

El trabajo de oficina y otros servicios públicos podrán cumplirse desde casa. El papel moneda ira dejando de tener importancia, para dar paso a las transacciones en línea.

El control ciudadano y la seguridad de las ciudades estarán en manos de sistemas inteligentes, esto con nuevos peligros y amenazas subyacentes de un insano control social.

La forma en que producimos nuestros alimentos también sufrirá enormes cambios, pasando de la agricultura masiva con químicos, a la agricultura de pequeñas granjas y domiciliar, libre de químicos, aprovechando espacios pequeños y utilizando mejor el terreno y el agua disponible.

La forma en que vivimos deberá cambiar también.

Mejor uso del suelo y ordenamiento del territorio, urbanización vertical con optimización de espacios y zonas verdes, mejor uso de la energía y deposición de desechos, nos obligará a transformar nuestros espacios domiciliares y la forma de vivir y organizarse en comunidad.

Estamos a las puertas de una inflexión histórica que puede permitir la transformación del actual sistema obsceno de explotación de los recursos naturales y acumulación de capitales en pocas manos, a una distribución diferente y más equitativa de la riqueza producida por el esfuerzo de la clase trabajadora y en función del uso sustentable de los recursos disponibles en el planeta.