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Trump impone el caos en sus 100 primeros días de mandato

Redacción: Oscar Cruz

(ENNews)—Desde que Donald Trump tomó posesión por segunda vez como presidente de Estados Unidos el pasado 20 de enero, el país ha experimentado un giro tan profundo que cien días parecen insuficientes para abarcar la magnitud del cambio. Ya sea en política exterior, migración o comercio, apenas pasa una jornada sin titulares de última hora salidos de la Casa Blanca.

“Lo que necesitamos son jueces valientes”, dijo Trump el domingo, una frase que resume bien el tono de su segundo mandato. El presidente ha ejecutado desde el inicio una estrategia de alta intensidad que, según analistas, busca saturar y paralizar a sus adversarios.

Una ofensiva continua y deliberada

La táctica desde la administración Trump es clara; inundar la agenda pública con medidas extremas, muchas de ellas dirigidas contra pilares democráticos, para desorientar a la oposición.

Los ciudadanos críticos con su gestión no saben contra qué protestar primero: ¿el desprecio por el cambio climático y la expansión de perforaciones petroleras? ¿Las deportaciones pese a órdenes judiciales? ¿La censura a medios críticos y el corte de financiación a universidades?, destacan medios internacionales.

“La mayoría de la gente, esté del lado que esté, coincidiría en que han pasado muchas cosas”, insiste Malone. Sin embargo, muchas de ellas no representan avances claros. “Los primeros 100 días fueron un torbellino, pero no todo fue progreso. Se introdujeron medidas que luego se revirtieron”, añade, aludiendo a los despidos masivos en ministerios que posteriormente fueron parcialmente revertidos por necesidad operativa.

En el ámbito doméstico, el Partido Demócrata ha quedado arrinconado tras perder el control del Congreso. El choque más grave se ha dado entre el Ejecutivo y la judicatura: Trump reactivó una ley del siglo XVIII para deportar migrantes acusados de pertenecer a organizaciones criminales, enviándolos a la cárcel de alta seguridad CECOT en El Salvador, pese a la falta de pruebas en muchos casos. El Tribunal Supremo, con mayoría conservadora, acabó bloqueando la medida.

La política migratoria ha sido uno de los ejes centrales de su campaña y gobierno. En octubre de 2024, prometió ejecutar la mayor ola de deportaciones en la historia de EE.UU., y lo ha puesto en marcha. Para Malone, “algunos lo llamarían un éxito, otros lo considerarían incompatible con los valores estadounidenses”.

La represión se ha extendido también a las universidades, a las que Trump acusa de ser “instituciones antisemitas de extrema izquierda”, y a la prensa crítica, excluida de eventos oficiales.

Caos económico y proteccionismo radical

En lo económico, el “Día de la Liberación”, el 2 de abril, marcó el lanzamiento de una política arancelaria agresiva. Trump introdujo tarifas recíprocas superiores a las de sus socios comerciales, con China como objetivo central. Si bien el presidente afirma que Pekín está abierto a negociar, en público el gigante asiático no ha cedido. Esto ha provocado una enorme volatilidad en los mercados, mientras los consumidores enfrentan un alza de precios en productos clave.

Aunque Trump prometió acabar con el déficit comercial, la estrategia ha encarecido bienes y tensado relaciones. Según una encuesta del Pew Research Institute, la percepción ciudadana de la economía ha empeorado desde febrero.

Política exterior: una doctrina imprevisible

En el plano internacional, el vicepresidente JD Vance marcó el tono en la Conferencia de Seguridad de Múnich, proclamando que “hay un nuevo sheriff en la ciudad”. A la vez, Elon Musk declaraba su apoyo a la ultraderechista Alternativa para Alemania. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lo resumía así: “El aliado que es Estados Unidos ha adoptado una nueva agenda”.

La ruptura con Kiev se hizo visible en una tensa escena en el Despacho Oval entre Trump, Vance y Zelenski. La ayuda militar quedó congelada, y Trump llegó a reprender a Ucrania por no renunciar a Crimea “en nombre de la paz”. La comunidad ucraniana reaccionó con estupor ante el abandono de su principal aliado.

Trump había prometido en campaña que acabaría con la guerra en Ucrania en 24 horas. Pero la realidad lo ha desmentido: la guerra continúa, y Estados Unidos busca una salida negociada directamente con Rusia, con escasa coordinación con sus aliados.

En Gaza, Trump propuso convertir el enclave en una zona turística tras expulsar a los dos millones de palestinos que lo habitan. El plan fue calificado de “delirante” por Mahmud Abbas y rechazado por la UE y países árabes. Tras un frágil alto el fuego, Israel ha reanudado su ofensiva y extendido su control territorial.

Un tercer frente, la reapertura de relaciones con Irán, ha comenzado con algunas conversaciones, pero el recuerdo de la retirada unilateral de Trump del acuerdo nuclear en 2018 complica cualquier avance.

En este mar de turbulencias, incidentes como la filtración de información clasificada sobre Yemen por un periodista vinculado al Pentágono apenas han causado ruido. “Nada de eso importa. Es ruido”, declaró un funcionario de la Casa Blanca a Axios.

Marc Short, exjefe de gabinete del vicepresidente Mike Pence, lo resume con claridad: Trump “prospera en el caos”, y este caos, hoy más que nunca, se ha convertido en el sello distintivo de su presidencia.

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