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Roca del fratricidio

La guerra de hermanos volverá a teñir de rojo las aguas del río… NRR

Rafael Lara-Martínez, columnista Freelance EN News

(EN News) En épocas de crisis, la crítica más aguda consiste en anotar contradicciones flagrantes. A cuarentaicinco (45) años del asesinato de Roque Dalton (1935-1975), la paradoja más obvia la describe el desfase entre el crimen y la publicación de su “Poesía completa” (2005-2010).

La primera acción destructiva la realizan sus camaradas más cercanos. Hablan de la lucha de clases, pero su obra ejecuta la lucha a muerte dentro de la misma clase, esto es, el fratricidio. El segundo acto constructivo lo efectúan diversos escritores —varios de izquierda— bajo el beneplácito de un gobierno de derecha.

“La única organización pura” aniquila y silencia (“Taberna”, 1969); la impura, concede el derecho de expresión. Tal es la incómoda unión de los contrarios. Unos declaran “la guerrilla es lo único que vale la pena” —al eliminar a un seguidor— otros, “la poesía es lo único que vale la pena”, al publicar su legado.

Esta confrontación fratricida la anticipa la larga dimensión de la literatura nacional. La anota José María Peralta Lagos en 1921, al conmemorar el legado trágico de la independencia. “Nuestra historia es muy triste: es la apología del fratricidio (y del sororicidio)…” (“Cien años perdidos”, Septiembre 12 de 1921).

En réquiem coral, la afina Vicente Rosales y Rosales en “Mi maestro el Rosal” (1929). El poemario refiere la lucha entre hombres iguales, quienes se disputan el monopolio de la Flor (Anthos) y la Verdad (Aletheia). Sólo “el debate fratricida” (José Dols Corpeño, 1914) —“¿no veis cómo se matan hermanos con hermanos?” (José Llerena, 1921)— permite el alcance del Ideal. Desde principios del siglo XX, la po-Ética transcribe cómo la historia nacional repite el mito clásico de los hermanos enemigos, cuyo crimen primordial inaugura un paradójico régimen de Libertad.

No habría nada nuevo bajo el sol, sino persiste el eterno retorno de lo mismo. El marxismo salvadoreño no inventa el fratricidio ni el crimen entre iguales. Tampoco esa ciencia de la historia descubre que el sino sacrificial de sus adherentes sea necesario para el triunfo: “éste es el lugar propicio / tan sólo para el sacrificio / aquí tienes que ser: … / el primero en morir” (A. G. Martínez, “Las cárceles clandestinas”, 1978). Según el sentido original de la palabra re-volución, la historia prosigue el destino sinódico de los astros.

Acaso la repite el 2020, salvo que la exclusión de la disidencia —fratricidio emblemático; ofrenda corporal— ya no exista, en un mundo técnico sin asperezas, crisis ni conflictos. A la lectura de aclarar el renuevo de las expulsiones, de las migratorias a las políticas e ideológicas.

Este giro cíclico nos recuerda cómo las oposiciones se revierten. Imitan el día que genera sombras y la noche, el fulgor de luna. El partido enemigo le da cabida editorial al legado poético de Dalton. Le permite salir de la cuarentena guerrillera a la publicación nacional. En cambio, al llegar al poder, su agrupación no continúa la labor de imprimir la “Prosa completa” sino prolonga el confinamiento editorial.

Esconde el archivo. En el ciclo anual de las estaciones —anticipo de la historia humana— aún me hallo a la espera que su incómoda figura siga rotando. Florezca (Anthos) cada mayo al borde de la Cruz. Tal vez de nuevo, otro gobierno enemigo decida conservar el archivo completo del autor. Infrinja la ley fratricida de la historia tan sólida como la Roca.

Entretanto, mientras esa recolección (Logos) no suceda, no queda otra alternativa poética que observar “las aguas del río”, “en el cual viven los muertos”. En ese constante reemplazo que la memoria subjetiva le impone al archivo…

Rafael Lara-Martínez
Tecnológico de Nuevo México
rafael.laramartinez@nmt.edu /
https://nmt.academia.edu/RafaelLara
Desde Comalapa siempre…

Véase también: “Azar del poético del (des)encuentro (1975)”, https://www.academia.edu/42797486/Complemento_a_Recordar_la_diferencia._El_legado_narrativo_náhuat-pipil_de_Lyle.