La belleza abre puertas, pero no en todos lados
Redacción : Oscar Cruz
(ENNews)—¿Qué papel juega la belleza en nuestro éxito social? ¿Es universal el concepto de atractivo? Un nuevo estudio interdisciplinario realizado por la Universidad de Mannheim y la ETH de Zúrich revela que no, y que las percepciones culturales sobre la belleza varían enormemente, afectando de forma directa la forma en que las personas atractivas son recompensadas en la sociedad.
El estudio, recientemente publicado en la prestigiosa revista Scientific Reports, fue llevado a cabo por el economista Wladislaw Mill y su colega Benjamin Kohler. A través del análisis de grandes modelos lingüísticos en 68 idiomas, los investigadores construyeron un índice transnacional que permitió observar patrones culturales en la asociación de términos relacionados con la belleza —como “hermosa”, “atractivo” o “bonito”— con conceptos positivos como el éxito, la inteligencia o la competencia.
Una prima de belleza global, pero desigual
Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es la confirmación de la llamada “prima de belleza”: una ventaja sistemática de la que gozan las personas consideradas atractivas, tanto en el ámbito profesional como en el social y romántico. Sin embargo, esta prima no se manifiesta con la misma intensidad en todas las culturas, ni se asocia con los mismos valores.
«Por primera vez, nuestro método nos ha permitido registrar de forma automatizada y comparativa cómo las distintas culturas perciben la belleza», explica el profesor Mill. Según los datos, en la mayoría de las regiones del mundo el atractivo físico se asocia con atributos deseables. No obstante, las connotaciones varían considerablemente dependiendo del contexto cultural.
Occidente: belleza como símbolo de competencia y éxito
En países occidentales como Francia, Italia y Finlandia, el estudio encontró una fuerte correlación entre belleza y valores positivos como la inteligencia, la fiabilidad y el éxito profesional. Esta tendencia también se observó en países como Somalia, lo que sugiere que en diversas partes del mundo el atractivo se interpreta como un indicador de rendimiento y capacidad.
«En muchas culturas occidentales, el atractivo externo está estrechamente vinculado a la percepción de competencia», afirma Mill. Esto podría estar influenciado por ideales estéticos predominantes en los medios de comunicación y la cultura empresarial, donde la imagen personal juega un papel crucial en la percepción pública.
Europa del Este y Asia: asociaciones más ambiguas
Sin embargo, esta asociación no es universal. En países como Rumanía o Vietnam, la belleza se vincula con mucha menos frecuencia a características de estatus o éxito. Es más, en algunos casos incluso se asocia con cualidades negativas como la desconfianza o la incompetencia.
Este hallazgo plantea una importante pregunta: ¿por qué en ciertas culturas la belleza no es vista como una ventaja? Aunque los autores del estudio no ofrecen una explicación definitiva, apuntan a posibles factores evolutivos y culturales. En algunas sociedades, por ejemplo, la belleza podría estar relacionada con superficialidad o falta de mérito, lo que genera una percepción ambigua o incluso negativa.
Implicaciones para la desigualdad social
Más allá de las diferencias culturales, los autores señalan un punto crucial: las percepciones sobre la belleza no son neutras. Al influir en decisiones como contrataciones, promociones o relaciones personales, estas asociaciones pueden consolidar o perpetuar estructuras de poder y desigualdad.
“Si el atractivo físico se interpreta de formas tan distintas según el contexto cultural, esto tiene consecuencias directas sobre cómo se distribuyen las oportunidades en nuestras sociedades”, advierte Kohler. Desde entrevistas laborales hasta negociaciones salariales, el impacto del aspecto físico —y las ideas asociadas a él— puede determinar trayectorias vitales.
El estudio representa un paso importante hacia una comprensión más matizada de cómo los ideales de belleza, lejos de ser universales, son construcciones sociales y culturales que afectan profundamente la vida cotidiana. Además, abre nuevas vías para explorar cómo estas percepciones inciden en la movilidad social, la discriminación y la inequidad en diferentes regiones del mundo.
Con ello, Mill y Kohler lanzan un llamado a la comunidad científica y a los responsables de políticas públicas: si queremos avanzar hacia una sociedad más equitativa, debemos comprender mejor cómo los valores culturales moldean no solo nuestra idea de la belleza, sino también nuestras nociones de mérito y éxito.
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