¡Que brillen todos nuestros niños!
Por: Verónica España, Licenciada en Comunicaciones – columnista de El Norteño News
(ENN) Adiós a la preparación de loncheras, de apurarse por planchar uniformes, lustrar zapatos y ayudar en las tareas estudiantiles. Se acaba el año escolar y por una corta pausa, las mamis de los niños más pequeñitos, tenemos un breve descanso de estas labores, que si bien se hacen con inmenso amor pero requieren un doble esfuerzo.
Y hablo de las mamis, porque la mayoría de los casos que conozco, aunque los niños vivan en el marco de un matrimonio, son ellas las que lideran, organizan y preparan a sus ‘peques’ para que cumplan con los requerimientos escolares. Claro, sé que existe el otro lado de la moneda, donde los papás son los que se encargan de sus niños y que bien por eso, las responsabilidades deben ser compartidas.
Como quiera que sea el caso, lo cierto es que cada alumno, al igual que sus padres, espera con ansías su clausura y pasar al siguiente nivel. Pero ¿qué pasa con aquellos niños que les toca repetir grado o llevan bajas calificaciones por una condición diferente a la de los demás?. No soy experta en el tema y hay profesionales que pueden explicar ampliamente estos puntos, pero sé que hay pequeños que tienen dislexia, que es cuando se confunden las letras al leer; o dislalia que es una dificultad para articular palabras; y niños que tienen el trastorno del espectro autista, que se presenta con inconvenientes para socializar y comunicarse.
Las madres de estos niños se desbordan en amor y paciencia, y doy fe que muchas han tenido una lucha titánica para matricularlos en el sistema regular de educación, pues aunque sus pequeños ya hayan recibido el tratamiento adecuado y son aptos para estar bajo dicha modalidad, algunos centros escolares les cierran las puertas. No se trata de señalar: sé que cada lugar de estudios tiene su propia política y en cada aula el maestro determina las reglas; y aclaro que hablo con mucho respeto hacia la docencia, pues mi madre ejerció esta noble profesión durante más de 30 años.
Pero veo que más allá de la disciplina y de cumplir estándares educativos, existe el poner el corazón en cada labor y se, de sobra, que hay profesores que aman a sus alumnos y les brindan un estímulo extra a aquellos niños que por algún motivo, tienden a quedarse poquito atrás. A estos magníficos maestros los aplaudo y sé que Dios los Bendecirá infinitamente.
He tenido la oportunidad de conocer a pequeñitos con alguna condición diferente y no cabe duda que se desbordan en amor e inocencia; y nos desatan una inmensa ternura. Además, hay otra verdad innegable: en este amplio mundo hay diferentes tipos de inteligencia y capacidades, pero lamentablemente muchas de ellas han sido invisibilizadas. Conozco a niños con autismo que tienen una memoria increíble y otros tienen una habilidad sorprendente para algún deporte o varios. Otros pequeños con dislalia o dislexia, con paciencia han superado sus dificultades y sobresalen en materias relacionadas con el arte.
Es honroso que muchos estudiantes hayan puesto el nombre de El Salvador en alto, a nivel nacional e internacional, por sus excelentes calificaciones y por sus logros académicos. Pero también sería realmente maravilloso que el país se destacara por haber eliminado la discriminación a ciertos grupos, incluidos nuestros niños; cada uno de los pequeñitos merece que se les conduzca por el camino correcto para poder desarrollarse a plenitud en el área que escojan.
Y mi admiración eterna para los chicos que tienen una condición distinta, realmente son unos verdaderos maestros de vida, pues nos enseñan que el esfuerzo y la voluntad no tienen límites. Solo abrámosles las puertas, permitamos que ellos toquen nuestros corazones y nos demuestren de qué están hechos: son realmente extraordinarios.