Villa El Rosario: Un entorno mágico de esperanza, leyendas y virtudes

Por: Renán Alcides Orellana, catedrático universitario y Columnista de El Norteño News

El pasado 2 de noviembre/2019, volví a mi natal Villa El Rosario, al norte de Morazán. Dos principales propósitos me fueron cumplidos, satisfactoriamente: visitar por tradición la tumba de mi padre, Moisés Orellana; y compartir frases de amistad con antiguos y nuevos paisanos.

Y se hizo la luz: los recuerdos y nostalgias hicieron el resto. Los de antigua edad, recordando; y los nuevos de este siglo, escuchando y aprendiendo; por ejemplo que:

con el nombre de El Rosario, el pueblito fue fundado a principios del Siglo XIX,  por la reducción de la región de Araute, nombre vernacular que significa “Valle de las cuatro casas”. Fue un asentamiento donde numerosos ladinos convivieron bajo el mandato de las Leyes de Indias y Ordenanzas, siendo constituido en pueblo; y desde 1883, goza de la jerarquía municipal de Villa, situada a 32 kilómetros de San Francisco Gotera, cabecera departamental de Morazán; y a 208 kilómetros de la capital, San Salvador.

Es una región de pura ascendencia y estirpe Lenca, con algunos núcleos Ulúas, como todas las poblaciones de la Zona Oriental de El Salvador; es decir, desde el río Lempa hasta el río Goascorán. Su historia nos viene por tradición o por documentos que el tiempo ha apolillado y porque, de boca en boca, las generaciones se han ido acostumbrando a marcar un rastro, una huella, para rescatar y mantener viva su memoria histórica.

Y dentro de ese bagaje histórico, como todos los pueblos, aprecia y conserva algunos personajes y hechos, míticos o irreales, que son parte ya de su patrimonio popular, y siempre mantienen actualidad

Villa El Rosario cuenta, desde ancestrales años, con Tradiciones, Leyendas y Costumbres, propias o ajenas; y todas en conjunto, generación tras generación, han sido y son parte de su patrimonio cultural.

Y en este final de un copioso invierno, ahí estábamos todos, en aquel pueblito con sabor a mieles de paz y armonía, escondido entre follajes espesos y el verdor impresionante de árboles nuevos y viejos, eternos compañeros de su gente buena, honrada y laboriosa.

¡Más que suficiente razón, para alentar el deseo de volver!

Foto:

  1. Vista aérea de Villa El Rosario, pueblito engarzado en una meseta, entre dos grandes elevaciones montañosas: Nahuaterique y Cacahuatique, y bañado por las frescas y serpenteantes aguas de los ríos Torola y  Araute. Pero, lo mejor de todo, el calor y la hospitalidad de su gente
  2. Con mi esposa Leticia, visitando la tumba de mi padre Moisés Orellana en Villa El Rosario, mientras otros rosarinos hacían lo propio con sus parientes fallecidos, 2 de noviembre de 2019.
  3. Genaro Martínez, amigo rosarino y viejo compañero de aula  escolar en Villa El Rosario, en los primeros años de la década 1940. Ha sido un extraordinario “cuentautor” de leyendas, sobre personajes míticos de la región (Cipitío, Siguanaba, Cadejo, Zisimite…). Durante mi visita a mi pueblo, compartimos recuerdos y nostalgias de aquellos verdes años.
  4. Con Raquel Espinal, atenta facilitadora de libros a los visitantes a la Sala de Lectura “Lucas Raúl Chica”, me muestra los sistemas de proporcionar los libros, documentos y otras atenciones a los visitantes.
  5. Con Melissa González, bien profesional del Derecho rosarina, visitante y asidua lectora de la Sala de Lectura “Lucas Raúl Chica”.
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