CORONAVIRUS y el AMOR de Dios ¿Qué tiene que ver el coronavirus con el amor de Dios?

El mundo se ha levantado en rebeldía contra Dios, ha reemplazado la verdad de la Biblia y negado a su Creador. En vez de darle gloria y honor a Dios, declara que la Palabra de Dios no es confiable, que está llena de mitos y leyendas.

Por: Jaime Ernesto Siman
Columnista de ENNews

(ENNews) Sacando mis herramientas de ingeniero, estuve analizando la semana pasada las cifras de casos confirmados de coronavirus en EE. UU. La curva logarítmica predictiva encaja muy bien con los datos. La proyección de ayer para hoy, según la ecuación matemática, será de 41,723 casos. A esta hora, y eso que no se ha acabado el día, ya hay 41,569 casos reportados.

Usando la información disponible a esta hora, para el próximo domingo 29 de marzo, EE. UU. tendrá unos 200,000 casos de coronavirus reportados, y para el domingo 5 de abril alrededor de 1,800,000 de casos. La situación es grave: Un 20% de los casos necesitan atención hospitalaria, y de cada 10 personas que entran a cuidados intensivos, solo 3 salen vivos.

Por favor tomen las medidas necesarias de prevención. Es para el bien de ustedes, así como para el bien de los demás, y de nuestro amado país en general. El virus es sumamente contagioso, y puede tardar 14 días antes de ser sintomático, por lo que la persona infectada puede infectar muchos más sin saberlo.

Si bien desearía extenderme más en cuanto al aspecto técnico, y del impacto económico que esta pandemia ha de ocasionar, el espacio no me lo permite. Debo limitarme y enfocarme, en esta ocasión, en lo más importante a considerar: El impacto y significado espiritual, con ramificaciones eternas. Hablando de lo que es eterno, del alma, Jesucristo advirtió: “No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma, mas bien temed a Aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).

Es decir, el coronavirus puede matar el cuerpo, pero no puede tocar el alma. No debemos, pues, tener temor del coronavirus. Mas bien debemos tener temor santo de Dios, reconociendo que Dios es santo y justo, y que en su santidad y justicia, hace pagar la rebeldía, la inmoralidad, la maldad y el pecado con el infierno eterno.

Un guardavida estacionado en las playas de El Salvador ya sea en la Libertad, o en la Costa del Sol, que salve a cinco personas de ser ahogadas, hace indudablemente una gran obra. Pero si en un momento de celos, asesina a alguien a sangre fría; sus buenas obras no lo librarán. El juez lo enviará a la silla eléctrica. El asesino no puede decir “Pero, señor juez, he salvado CINCO vidas, y solo asesiné una vida. He hecho más bien que mal” No, lo siento, responde el juez. Eres un asesino, y ¡mereces morir!

Tal vez te crees muy bueno, que haces muchas cosas buenas, y que vas a misa o a la iglesia todos los días. Pero nuestras obras, no limpian nuestras iniquidades. La Ley dice “No matarás”. Tal vez crees no ser asesino, pero Jesús declaró que quien está enojado con su hermano, ya cometió asesinato en su corazón. La ley dice, “no cometerás adulterio”. Jesús nos dijo que el que mira con deseos a otra persona que no sea su cónyuge ya cometió adulterio en su corazón.

Dios demanda que nos arrepintamos de nuestros pecados, y vengamos a Jesús, quien pagó en la cruz por ellos. La demanda de la justicia divina por nuestros pecados (pasados, presentes y futuros), ya fue cobrada y satisfecha perfectamente con el sacrificio de Jesús en la cruz. Pero Dios demanda que nos arrepintamos, y caminemos en obediencia a Jesús, a su palabra.

Si bien nacemos bajo la ley, al venir a Jesús, al unirnos a Él, quedamos libres del juicio que demanda la ley. La ley ya no nos puede juzgar al unirnos a Jesús y aceptarlo como nuestro Buen Pastor, pues Él ya fue juzgado en la cruz por nosotros.

El mundo va, cada uno por su camino, ignorando la voz de Dios. Dios en su gran amor ha permitido el coronavirus para hacernos reflexionar, que somos mortales, que somos frágiles. Un minúsculo virus, una partícula de apenas 0.000,000,2 metros (200 nm) de tamaño es capaz de destruirnos y mandarnos al sepulcro.

¿Quién iba pensar en noviembre del año pasado, que unos meses después, una pandemia tendría a las naciones de rodillas? Bien escribió Santiago: “No sabéis cómo será vuestra vida mañana. Sólo sois un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. Más bien, deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestra arrogancia; toda jactancia semejante es mala.” (Santiago 4:14-16).

El profeta Ezequiel escribió “¿Acaso me complazco en la muerte del impío – declara el Señor Dios – y no en que se aparte de sus caminos y viva? ” (Ezequiel 18:23). Dios no quiere que nadie se condene en el fuego eterno. Dios nos ama y desea que todos nos apartemos de la impiedad y caminemos en su luz.

El mundo se ha levantado en rebeldía contra Dios, ha reemplazado la verdad de la Biblia y negado a su Creador. En vez de darle gloria y honor a Dios, declara que la Palabra de Dios no es confiable, que está llena de mitos y leyendas.

En lugar de reconocer al Creador de nuestras vidas, declaramos ser resultado de accidente, de un Big Bang, proveniendo de los simios. En lugar de honrar el matrimonio y el diseño de Dios, levantamos el puño en rebeldía contra la ley de Dios, legalizando el matrimonio homosexual.

En lugar de defender al inocente, destruimos al bebé en el vientre de su madre, porque nos es una carga indeseable. En lugar de caminar en obediencia a la palabra de Dios, nos llenamos de tradiciones religiosas, observando la Semana Santa o Navidad, para luego vivir como queremos, confundiendo la paciencia de Dios, pensando que Dios no ve, o no le importa, o no hará justicia un día.

El Señor Jesús prometió venir por su pueblo. Jesús viene pronto por los suyos, y cobrará justicia con los que no se arrepienten, enviándolos al fuego eterno. Pedro escribió que: “El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.” (2 Pedro 3:9)

El Señor Jesús nos está advirtiendo del juicio venidero, diciendo que en los últimos días habrá “grandes terremotos, y plagas y hambres en diversos lugares.” (Lucas 21:11). Así como la luz amarilla es una advertencia de que la luz roja viene, para que no te agarre desprevenido y choques, Jesús envía sus señales para que escapemos de la ira venidera. El coronavirus es un recordatorio de nuestra mortalidad, de nuestra fragilidad, de nuestra necesidad de Dios.

Si tenemos a Jesús, como nuestro Señor y Salvador, no tenemos nada que temer. Ya sea que vivamos o muramos, estaremos con el Señor. Pero si no tienes a Jesús, tienes mucha razón de estar aterrado. Pero no debes continuar despavorido. Recuerda que Dios, en su gran amor te está advirtiendo, esperando que te arrepientas y vengas a Jesús.

Dios dice: “Porque en mí ha puesto su amor, yo entonces lo libraré; lo exaltaré, porque ha conocido mi nombre. Me invocará, y le responderé; yo estaré con él en la angustia; lo rescataré y lo honraré; lo saciaré de larga vida, y le haré ver mi salvación” (Salmo 91:14-16).
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Jaime Simán, siervo de Jesús
© Jaime Siman 2020 – Derechos Reservados. Publicación autorizada al Norteño News.Escrituras bíblicas tomadas de: La Biblia de las Américas, © 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation. Usadas con permiso.

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