Periodismo: Uno se va de casa, para volver a casa

Por: Rigoberto Chinchilla, Columnista de Opinión y colaborador EN News

(EN NEWS) Tenía tres opciones; Pequeñas memorias, El Viaje del Elefante, de José Saramago y Arráncame la vida de Ángeles Mastreta, finalmente me decanté por el segundo.

Se trata de una vieja manía que hemos reactivado hoy para sobrellevar el confinamiento provocado por la pandemia y que a veces, solo a veces, cuando las lluvias hacen sus estragos y no nos permiten salir de casa a muchos lugares y nos arrincona al placer de la lectura en el sitio favorito.

Pues encantado lo confieso, la primera lectura fue la novela del fallecido José Saramago, se trata de El viaje del Elefante, al final de la lectura intento creer que el autor hace una crítica a la ligereza con lo que a veces los humanos hoy hacemos las cosas. El autor hace una reflexión sobre la humanidad en la que el humor y la ironía se muestran también a la par de la compasión; materia que comienza a escasear hoy día entre los que habitamos todavía en lo que llamamos planeta.

«Quien diría que la moral no siempre es lo que parece y que puede ser moral tanto más efectiva cuanto más contraria a sí misma se manifieste»(El viaje del elefante. José Saramago, página 244 editorial Alfaguara) muy a propósito a la práctica de sacar conclusiones de un periodismo tóxico, cuando no se tienen las pruebas robustas o completas y dónde los autores se vuelven protagonistas para hacer señalamientos, lo cual es un derecho, pero que deben ir presidido de pruebas reales y no especulativas, o medias verdades o falsedades completas, ya estamos casi en un cuarto del siglo XXI. El periodismo no puede estar al servicio de empresarios revanchistas, ni de los poderes fácticos.

En El Salvador, en los 80´s te ponían  falsas pruebas y aparecías en los periódicos acusado de terrorista, hubo empacho de esta práctica a la que se dedicaron los principales periódicos del país, el tiempo se encargó de desaparecer esa práctica , pero nunca hubo reparo para los afectados.

Para mí, es uno de esos escasos libros que están tan bien escritos y me dejé llevar por la narrativa y a través de acontecimientos, lugares y personajes, aunque admito que no me convenció el final. Un personaje tan especial como el elefante Salomón merecía una mayor explicación sobre su vida una vez llega a su destino, como dice el autor Siempre acabamos llegando a donde nos esperan.

De alguna manera, así es la amistad, también el receso de esta pandemia fue para el reencuentro no solo con la lectura, sino con los amigos los de siempre periodistas, hermanos de lucha, viajeros de la misma historia amorosa, con quienes reafirmamos una vez más la indisoluble amistad, donde la sangre como la amistad brota sin esperar que la llames.

Pues uno siempre se va de casa para volver a casa. Como el elefante el único animal con memoria extraordinaria, quien desarrolla un rito parecido al de los seres humanos, cuando uno de la manada muere, muchos de ellos danzan de un lado a otro y acuden al lugar del fallecido. El lugar que nos esperarán a todos siempre.

WP Twitter Auto Publish Powered By : XYZScripts.com