El peso del camino fue más liviano que tu alma.
Respiraste el vaho de todos los charcos y cada uno te dijo lo que ya sabÃas.
El polvo hirió tus ojos
y lloraste aprovechando la ocasión. Un dÃa dijiste que tenÃas una coraza y se derritió bajo el sol.
TenÃas la gallardÃa colgada en los ojos, pero cada paso hacÃa temblar tu corazón.
La noche te hizo conocer el viento y el cigarrillo en la mano
te hizo conocer su maldad.
De la soledad supiste que no es la compañÃa, sino la estancia.
Dijiste adiós a lo que sabÃas dar
y diste la espalda a lo que sabÃas amar.