DOMINGOS DE POESÍA. AUTORES

Thomas Hardy ​ fue un novelista, cuentista y poeta inglés. Un realista victoriano en la tradición de George Eliot, fue influenciado tanto en sus novelas como en su poesía por el romanticismo, incluyendo la poesía de William Wordsworth.

El escritor de Dorchester murió el 11 de enero de 1928 después de una exitosa carrera como novelista que abandonó de raíz a causa del escándalo de su último libro

El fracaso en el intento de publicación de sus versos le hizo volver al punto de partida para seguir trabajando con su maestro primero. Un año después escribió una novela que nadie quiso, incluido él mismo. En 1871 escribió Remedios desesperados, y con otros dos libros en el ínterin, alcanzó el éxito, la hazaña al fin, con Lejos del mundanal ruido en 1874.

Disfrutaremos de dos de sus poemas y un tercer poema de mi autoría, que podréis leer desde esta misma web.

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✔Por Mirelha
@mireyaguzmanburgos

Poema1

La sombra en la piedra
Pasé junto a la piedra del druida
que se cierne en el jardín, blanca y solitaria,
me detuve y miré las sombras precarias
que desde el árbol a veces caen encima
con un cadencioso movimiento,
y en mi imaginación reconstruyeron
la silueta de una cabeza y unos hombros bien conocidos,
proyectados cuando ella trabajaba en el jardín.

La pensé a mis espaldas,
sí, había aprendido a estar sin ella durante mucho tiempo,
y dije: «Estoy seguro de que estás detrás mío,
aunque, ¿cómo has entrado en este viejo camino?»
Y solo se oyó la caída de una hoja
como respuesta; y para contener la tristeza
de ningún modo volvería la cabeza
para descubrir que no había nada.

Sin embargo, quería mirar y ver
que nadie estuviese detrás mío;
pero, pensé una vez más: «No, me resisto
a entrever cualquier forma que allí pueda haber.»
Salí del jardín con suave disposición,
y la dejé detrás de mí, arrojando su sombra,
como si en verdad fuera una aparición.
No volví la cabeza para que mi sueño no se desvaneciera.

Poema 2

Pensando en Phena al saber su muerte

Ni una raya suya tengo,
ni uno solo de sus cabellos,
ninguna señal de sus años de señora de casa que
me ayude a imaginarla;
y en vano urgo los ojos cerrados
a concebir mi premio perdido
cerca de ella, que conocí cuando la luz le derramaba de los
sueños
y, de los ojos, las risas.

Qué paisajes rodearon sus últimos días:
tristes, turbios, brillantes?
¿Sus dones y bondades enmarcaron de estallido a los suyos
dulces caminos
con dorada aureola?
¿O declinó la luz vital de sus años
y las desdichas guiaron
su estrella? ¿Niegos o reparos, presentimientos o miedos
¿le desennobleran el alma?

Así pues, sólo el espectro retengo de la chica de antes,
como reliquia;
y quién sabe si, con lo mejor de ella dentro de mí,
no sea preferible
que ni una raya suya tenga,
ni uno solo de sus cabellos,
ninguna señal de sus años de señora de casa que
me ayude a imaginarla.

[Sección «Huella Poética » bajo la dirección de Mireya Guzmán Burgos escritora de nacionalidad española. @mireyaguzmanburgos]

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