Por mi amiga, por la tuya, por todas la salvadoreñas: ya no más violencia de género

Licda.Verónica España, columnista de El Norteño News

En honor a Edi Marcela, para que su muerte sirva como precedente para hacernos reflexionar sobre lo primordial que es eliminar todo tipo de violencia contra la mujer, eso es cuestión de vida o muerte. Con mucho amor y respeto, escribí este artículo, que tenía pendiente de hacerlo desde hace mucho.

Recientemente fue 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Una importante fecha, una conmemoración que yo la viví de manera muy dolorosa hace tres años. Ese 25 de noviembre de 2016, yo le estaba dando el último adiós de este mundo a una amiga, quien había sido víctima de un crimen, días antes. Mi querida Edi Marcela, tenía muchos sueños que cumplir, tantas metas que alcanzar: definitivamente no era su tiempo.

Esa tarde, cuando yo asistí a ese camposanto, que solo había visto desde afuera y que me parecía tan reconfortante, fue que me cayó del todo el peso de la ausencia de Marcela, y aún no alcanzo a comprender como una persona le puede hacer tanto daño a otra.

Yo había conocido a Edi Marcela, años antes, cuando coincidíamos en esperar a nuestras niñas de sus clases de ballet. Sé que nadie es perfecto y que mucha gente dice que se habla bien de los demás cuando han fallecido; yo lo que puedo asegurar y dar fe es que Marcela era una chica joven muy sincera, excelente madre y amiga, además de ser muy cariñosa y alegre. Y de eso me puedo sentir satisfecha: que siempre le expresé lo linda que era.

La última vez que la vi con vida fue el 17 de noviembre de ese 2016, ese día era mi cumpleaños y tengo tan presente su fuerte abrazo y lo que me dijo: “Felicidades, solo quiero que luches por ser feliz”.

Esa frase ahora se ha convertido como en una fortaleza para mí. Y es que nuestras vidas coincidían en muchos aspectos y el principal era que las dos estábamos sacando adelante a nuestras hijas, solas, nada más con el apoyo de Dios y de nuestras familias.

Luego de esa fraterna felicitación, Marcela me contó que asistiría a una boda el fin de semana que se aproximaba. Lamentablemente no alcanzó a llegar a ese evento pues cuando se dirigía hacia ese lugar, el infortunio se cruzó en su camino y fue asesinada.

Estoy segura que Edi Marcela no andaba en malos pasos, creció con educación y valores, vivía en una zona privada de las más seguras de San Salvador y tampoco tenía relación con grupos delincuenciales. De acuerdo con las indagaciones iniciales, fue asesinada por alguien que ella conoció en algún momento de su vida. No puedo ahondar en detalles, por respeto a su familia y por no entorpecer investigaciones que han sido retomadas.

Recordando ese 25 de noviembre del 2016, para mí era como una burla del destino saber que en esa fecha se le grita al mundo un rotundo “No” a la violencia hacia la mujer, y que mi amiga estuviera enmudecida, siendo víctima de alguien que no le respeto su integridad, su vida.

Fue desgarrador el panorama que se vivió al sepultar a Edi Marcela. Su madre su abuelito, sus hermanas, sus amistades: todos nos rehusábamos a creer esa dura realidad. Ahí comprendí que más allá de los discursos o actividades que se hacen en pro de los derechos de la mujer, hay que actuar, solidarizarnos y ayudar.

Remontándome un poco a ese año del 2016, meses antes del crimen, una observadora amiga que teníamos en común con Edi Marcela, me dijo una vez que estábamos solas: “siento que ella (Marcela) ya no es la misma”. Fue que noté que, aunque conservaba su alegría de siempre, había en su mirada como cierto temor o algo que le angustiaba; y ahora lamento no haberle preguntado que le pasaba.

Tres años han pasado ya y los recuerdos de la vida y muerte de Marcela, siguen frescos, presentes. En la actualidad, la hijita de Marcela ya tiene 8 años y vive con su padre. No la hemos vuelto a ver, solo le ruego al Cielo que al cerrar sus ojitos, la niña pueda sentir los brazos de su madre a su alrededor. Así lo hacía Marcela siempre: amándola y protegiéndola a la vez.

A la madre de Edi Marcela, si la he visto varias veces y no cabe duda que es una bellísima mujer, en todo aspecto, que conserva su dulce rostro pese al dolor que le embarga. Definitivamente, solo Dios puede reconfortar y consolar.

Y es que al asesinar a una mujer, su familia ya no vuelve hacer la misma, pues se asesina de cierta manera a cada uno de los miembros de su familia. Solo espero que ya no haya más Edis Marcelas que llorar y todos debemos abonar para lograr este objetivo: no permitiendo, colaborando, escuchando, preguntando.

Edi Marcela: sé que estas en el Paraíso Celestial y aunque tengamos esta Fe, nos sigues haciendo tanta falta y nos sigue doliendo la injusticia que tuviste que sufrir. Aunque tu vida fue corta, has dejado un legado de amor y valentía, y marcaste el corazón de todas las personas que tuvimos la fortuna de coincidir contigo en este mundo.

Al finalizar ese año 2016, la obra de la clausura del ballet no estuvo completa. Faltaba, entre el público, Edi Marcela; y su niña, en el elenco. Pero pareciera que cada paso de ángel de las pequeñas balletistas evocaban el nombre y esencia de esta hermosa mujer, de mi amiga, que hoy me inspiró a escribir este artículo.

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