La impotencia, el duelo y otras hierbas

(ENN) ¿Quién nos gobierna? gobierna el miedo, la desesperanza, la impotencia, la tristeza, el duelo, las ganas de huir, el coraje, el cuestionamiento propio y a quienes ostentan la institucionalidad.

Susana Barrera Ponce. Periodista experta en turismo rural, maestra en desarrollo y columnista de El Norteño News.

 

 

Gobierna la zozobra, el llanto, el dolor, el sufrimiento, lo incierto, la decepción, el silencio, la angustia, el desencanto, la amenaza, el peligro, el desplazamiento forzado, la orfandad, la inmovilidad, la desestabilización, la impunidad, “yo estoy bien y no importa el resto” y etcétera, todas esas son acciones, sensaciones y emociones que afloran con la escalada de violencia cotidiana, y que nos afectan a unos más y otros menos.

A unos de forma directa; ya sea en casa, en espacios laborales o comunitarios.

A otros les afecta porque tienen su vida en “los territorios equivocados” o habitan en condiciones de riesgo. Algunos nos hemos vuelto espectadores, aun así vulnerables y expuestos a este cáncer; violencia que mantiene su culmen en los homicidios.

Pero bien, lo anterior es el síntoma individual traducido a una histeria colectiva o sicosis pero basada en la triste realidad de El Salvador, una realidad que cada día duele más y que se refleja en frías estadísticas, que a diario sobrepasan la decena de víctimas asesinadas.

La muerte se ha anidado, pero no es sólo la muerte por violencia sino también la muerte de valores y de esperanzas.

El homicidio es señal de extrema y culmen de una sociedad que se desangra, prueba de ello es la violencia doméstica, que para 2017 cifras oficiales reportaban más del 50 por ciento de las denuncias en Usulután, San Salvador y Morazán.

En este catálogo de muerte toman relieve algunos casos que por su naturaleza son simbólicos pero que no desmerecen el duelo que sufren por esa causa millares de familias salvadoreñas.

Este catálogo es variado y no discrimina profesión, ocupación, condición, género color, ni edad, pese a todo ello, este es un país que aún sonríe y mantiene el buen humor.

El gremio periodístico no se ha escapado, hace unos años asesinaron a la periodista Karla Turcios y la presión por esclarecer este atroz hecho fue mayor que otros casos, este suceso como pocos se ha vuelto “simbólico”, probablemente por tratarse de un gremio que goza de credibilidad como ocurre con la Iglesia, la Policía o el Ejército.

Qué tiene en común con el resto de casos, este es un hecho más donde queda en evidencia que el valor de la vida se ha perdido; “alguien que mata está muerto en vida”, decía un líder religioso, se le han muerto los valores y sus principios… o quizá nunca los tuvo, no tuvo el espacio para ello, y si nunca conoció estas premisas, el prójimo no cuenta, y menos si es mujer.

La seguridad para hombres o mujeres se está reduciendo a modernos guetos rodeados de muralla, fusiles y alambre. En este sentido las preguntas saltan: ¿a quién le conviene la violencia?, ¿es un negocio? ¿quién se beneficia de la violencia?

En este contexto, la tendencia es a comparar décadas e historias, responsabilizar a los gobiernos de turno; porque no es de ahora. Lo frecuente es justificar ajusticiamientos, cadenas de venganza y destellar el “por algo fue” por encima de la esencia humana.

Este fenómeno que nos empobrece y debilita el espíritu urge de respuestas creativas y estructurales, pero también deben ser colectivas, resistencia civil o acciones de no violencia que de forma sistemática y constante digan “basta”, al tiempo que se propongan respuestas y no reacciones.

En este revoltijo donde pecan hasta algunas estructuras del Estado, es imposible creer que un padre o una madre en cualquier circunstancia desee que sus hijos e hijas estén condenados a esta situación, ligados a un futuro incierto agobiados por las más tristes sensaciones; no debe primar la absurda lucha por territorios sino más bien la búsqueda y exigencia de derechos negados como: la educación, la salud, el trabajo en función de recuperar la esperanza.

Pero también es necesario y por justicia, propiciar las facilidades, desde la esfera estatal que promuevan la dignidad humana de sectores históricamente excluidos.

Susana Barrera Ponce
Periodista experta en turismo rural, maestra en desarrollo y columnista de El Norteño News .
Para asesoría en comunicación, Sistematización de experiencia, y turismo puede consultar al correo barreraponce@gmail.com

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