Una tradición, una fe que palpita entre las familias y los seres amados

Apresurada, a inicios de semana, caminando entre el bullicio de nuestra gente buscando una improvisada zapatería para que me repararan un percance que había tenido con mis “tacones”, llegue al lugar indicado y lo primero que escuche fue una voz que decía: “¿Tienen alabanzas para la Virgen?”.

Licda. Verónica España , columnista de El Norteño News

Y es que como sucede con la mayoría de comerciantes informales de nuestro país: venden y arreglan de todo, poniendo en alto el espíritu del salvadoreño emprendedor y esforzado que no se detiene y siempre sigue adelante.

Quien preguntaba era una señora, que al igual que yo, tenía prisa por no llegar tarde a su trabajo y también le urgía su pedido. Aunque no era conmigo la plática, no pude evitar cuestionarla si quería las alabanzas para el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe; a lo que ella contestó alegremente que sí y pude ver en su rostro mucha dulzura y paz, pese a las “carreras” que llevaba. El señor zapatero quedo de  conseguirle el disco compacto con la música que pidió, por la tarde de ese mismo día.

Ese fugaz momento me hizo remontarme a mi niñez, cuando íbamos con mi familia para estas fechas a la conocida Ceiba de Guadalupe en Antiguo Cuscatlán, vistiéndonos (a mi hermana y a mi) como “inditas”  y también veíamos a los niños con atuendos similares a los de “Juan Diego”. Y es que según la  tradición católica, el 12 de diciembre de 1531 a Juan Diego, un nativo del cerro de Tepeyac (actual territorio de la Ciudad de México) se le apareció la Virgen María, conocida después como Virgen de Guadalupe, por varias versiones que han dado los historiadores.

Pero más allá de este interesante origen se destaca la Fe y Reverencia hacia “La Guadalupana” y aunque no se profese la religión católica, la fecha también es propicia para el reencuentro familiar pues son grupos enteros los que se unen en  la Basílica de Guadalupe, para admirar toda la belleza que brilla por la veneración hacia la Virgen. Ella también es llamada por los peregrinos de forma muy cariñosa como “Morenita Linda”, “Nuestra Madrecita”, “Patrona de América” o “Virgencita Morena”; entre varias expresiones similares.

La señora que preguntaba por las alabanzas, al inicio de mi anécdota,  seguramente participaría en la vigilia hacia la Virgen pues se le canta mucho en las vísperas del 12 de diciembre, según me comentó después el laborioso zapatero. Y efectivamente, tuve la oportunidad de ir a La Ceiba de Guadalupe, la noche del miércoles y en todos sus alrededores se escuchaban cantos para la Virgen; los feligreses los entonaban con tanta emoción, que resultaba imposible no contagiarse de su alegría y tatarear alguna frase de las alabanzas.

Tal como lo recordaba, vi a decenas o cientos de niñas, jovencitas y también mujeres adultas que portaban orgullosas sus vestidos de indias; y los niños se lucían con el traje similar al de Juan Diego, y a algunos hasta bigotitos les habían pintado para parecerse más al personaje.

Miles de salvadoreños de todo el país llegaron a La Ceiba de Guadalupe, conocida también como La Basílica, a escuchar las misas, y comprendí que el ser humano tiene una necesidad innata de buscar a Dios. Fue realmente grato escuchar a muchas personas decir con total honra que eran “Guadalupanos”, es decir, seguidores de la Virgen de Guadalupe y hermanos en la FE.

Las flores adornaban el panorama y aparecían por doquier y un buen número de peregrinos las adquirían para ofrecerlas como ofrenda a la Virgen, ya sea por favores recibidos o para alcanzar misericordia y gracia.

 Aquí, hago una pequeña reflexión sobre la importancia de respetar las diferentes manifestaciones de Fe, porque para mí, cada quien encuentra su camino para llegar a Dios.

Asimismo, observe a cientos de católicos de todas las edades, que se abrían paso entre la multitud para llegar lo más cerca que podían al Santuario de la Virgen. Desde ahí, con sus manos alzadas se realizaban plena y espiritualmente, diciéndole a La Guadalupana, todo lo que ella les inspira.

Después de varias horas de disfrutar de este panorama que fue una fiesta de la Fe, llego el momento cumbre. Al filo de las 12 de la noche, bajo un bello Cielo y con una suave brisa que parecía que traía calma a los corazones, empezó la serenata a la Virgen. Ya era medianoche.

“Las Mañanitas” fue la canción principal, que fue entonada al unísono por todos los presentes, y además, en esos momentos como un misterio o regalo divino, a las personas les provocaba recostarse o abrazar de manera reconfortante al familiar, amigo o ser amado que tenían a su lado. Sin duda, esa paz solo viene de arriba, de Dios.

 El mariachi se lució con su talento y la quema de pólvora aumentó el brillo, color y emoción a la celebración. Los comerciantes, a la medianoche, detuvieron el ofrecimiento de sus productos, para admirar todo lo maravilloso que se vivió en homenaje a la Virgen de Guadalupe, para amanecer el jueves 12 de diciembre.

Se evidenció que nuestro pueblo, que nuestro querido El Salvador: tan lindo y sufrido, reconoce humildemente que necesita de la intervención divina; eso engrandece nuestra nación.

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